En el año 2012, uno de nuestros miembros fundadores, el Prof. Lic. Jorge Antonio Berlanga, Tesorero de la Asociación, vivió la experiencia única del Cruce de los Andes a través del Paso de los Patos, el mismo realizado por el General San Martín en el año 1817.
¡Cuántos recuerdos nos acompañan de ese año tan especial! La organización, las charlas previas en Rosario, los encuentros históricos, la planificación de un viaje inesperado e inigualable, que serviría para valorar aún más lo realizado por nuestro referente hacía casi 200 años.
El hecho de viajar a los Andes un casildense representó para todos los sanmartinianos de nuestra querida Casilda, un gran orgullo y alegría de llevar a lo alto de la cordillera nuestro cariño inmenso a ese hombre que llevó a cabo una de las experiencias más colosales de la historia mundial con una gran cantidad de hombres y tan pocos recursos.
“Lo que no me deja dormir, no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes” (Carta del General San Martín a su amigo, Tomás Guido, 14 de junio de 1816).
En este año, en que se cumplen 200 años del Cruce de los Andes, recuerdo con mucha emoción aquel 19 de agosto de 2011, cuando recibí un e-mail de la Asociación Cultural Sanmartiniana Cuna de la Bandera de la ciudad de Rosario, que decía: “Estimado Jorge, nos complace informarle que ha sido seleccionado para integrar la Expedición del XV Cruce de los Andes a lomo de mula 2012”.
A partir de ese momento, entre alegría, entusiasmo e incertidumbre, empezaba la travesía.
Casi cinco meses después y con más de doce encuentros de formación histórico cultural, me encontraba instalado en Barreal (localidad perteneciente al departamento Calingasta, ubicada en el extremo sudoeste de la provincia de San Juan). A las cinco de la mañana y teniendo como guía la margen derecha del Río de los Patos, nos dirigimos hacia el encuentro de los caballos y mulas para partir cuanto antes y tratar de revivir en cada espacio, la Epopeya Sanmartiniana por el paso de Los Patos. Nada más ni nada menos, que recorrer el camino que siguió el Padre de la Patria.
Considerando la cantidad de nieve que se acumula en la cordillera, el 17 de enero de 1817, el Ejército de los Andes comienza su marcha con más de 5200 hombres, 10600 mulas (de silla y carga) y 1600 caballos de pelea, 500 vacas para el consumo de la tropa, víveres, artillería y municiones, entre otros enseres.
El Cruce de los Andes se realizó por seis pasos de montaña: Comecaballos, Guana, Los Patos, Uspallata, Portillo y del Planchón. Cada una de las seis columnas del Ejército libertador, tenía una fecha de partida asignada en forma escalonada y un objetivo preciso por cumplir: consolidar la independencia definitiva de Argentina, Chile y Perú.
Por nuestra parte, 36 expedicionarios novatos. Nos esperaban ocho días de cabalgata en la montaña con temperaturas que oscilaban desde los 30°C hasta los 15°C bajo cero, avaladas por el viento helado. Además, los dos portezuelos o pasajes de cima, El Espinacito y Quebrada la Honda a casi 5000 metros de altura.
Con un promedio de 11 horas de cabalgata diaria, recorrimos lugares de acampe como Manatiales, Los Lepes, Vega Gallardo, Peñón Colorado, Refugio Ingeniero Sardinas, entre otros. Siempre a orillas de pequeños ríos de montaña y pasto para los animales, donde la falta de oxígeno se hacía notar. A medida que pasaban los días, seguíamos avanzando y subiendo hasta llegar a los puntos máximos de la expedición, por senderos de menos de un metro de ancho. Desde allí sólo se divisaba imponente el Aconcagua. En el Valle de los Patos Sur, camino a Chile junto a las laderas de las montañas, se encuentran las dos muleras (corrales de piedra), dejando una huella de memoria de cada uno de los que formaron parte de ese heroico Ejército Libertador.
Nuestro objetivo cumplido fue llegar al límite entre Argentina y Chile, donde en una gran explanada se encuentran dos bustos. Uno del General Don José de San Martín y otro de Bernardo O’Higgins. El viento es constante y frío y, sobre todo, decidido a hacer flamear nuestras banderas con energía. Nuestro esfuerzo y cansancio, desaparecieron al recordar lo que vivieron esos soldados que soñaron y lograron una Patria libre e independiente. Por todo ello, y con el mayor respeto, me atrevo a decir: ¡Viva la Patria y muchas gracias Don José!
Por la ASOCIACIÓN CULTURAL SANMARTINIANA.