«CLAVE DE MÍ», por MARÍA ROSA INFANTE

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DEBES SABER

Si tienes miedo de haberme dado pocas caricias,
debes saber que no he olvidado ni siquiera una.
Si te arrepientes de haberme gritado aunque fuera una sola vez,
debes saber que no lo recuerdo.
Si piensas de haberme dejado demasiado tiempo solo,
debes saber que en ese tiempo valió la pena esperarte.
Si temes de haberme dedicado pocas horas,
debes saber que yo, de ese poco, he disfrutado cada instante.
Si crees que no hemos jugado lo suficiente,
debes saber que nunca he contado las veces que me lanzabas la pelota.
Si piensas que pueda haberme olvidado de tu perfume,
debes saber que aún lo huelo, ahora mismo, en el viento.
Si quisieras renacer en otra vida,
yo quisiera ser tu perro también en aquella.
Si te tortura la idea de haber sido un papá o mamá con defectos,
debes saber que para mí has sido la perfección.
Si crees que este amor nuestro pueda tener un fin,
debes saber que en mi corazón animal el lugar para el amor es infinito.
Si sospechas haber hecho algo mal respecto de mí,
no dudes que no cambiaría un solo segundo del tiempo transcurrido juntos.
Si crees que no escucho ya tu voz cuando me llamas,
basta con que confíes a la brisa del atardecer la tarea de traerme tus palabras.
Si piensas que pueda yo olvidarme de tu rostro,
debes saber que hubiera querido vivir tan solo para gozar una mirada tuya.
Si crees que hubiera podido amar a alguien más que a tu persona,
debes saber que te he amado más que a mí mismo.
Si piensas que extraño aquel suave y mullido sillón,
no dudes que al lado tuyo hubiera dormido sobre piedras.
Si crees que hubiese yo necesitado ser más amado,
debes saber que siempre me sentí el perro más feliz y rico, por tenerte.
Si piensas, papá, mamá, haberme humanizado,
debes saber que yo, casi sin darte cuenta, te he animalizado.
Si crees que mi vida ha sido breve,
debes tener la certeza que fue la justa para conocer tu cariño.
Si temes que no esté más a tu lado,
debes saber que sí, que es verdad, que tengo un alma y te acompaña.
Si sueñas un día volver a verme,
debes saber que estaré esperándote.
Como siempre lo he hecho.
Debes saberlo.

(Hoy me levanté con la noticia de la muerte de un galguito rescatado, que pese a todos los esfuerzos de su mamá, voló livianito donde ya no hay dolores. Pudo conocer el amor, la calidez y los cuidados de su humana: poco tiempo, pero lo hizo y no es poco.
Días pasados leía los sentimientos que expresaba una amiga, sobre su setter, compañero por largos años. Ella hoy tiene un par de angelotes cuadrúpedos, pero siempre se pregunta por el colorado, cómo estará. Deseando que le venga en sueños a visitarla.
Me pasa que cuando veo las canitas incipientes en los ojos de mis perros, me invade una mezcla de desazón, angustia y ansia. Por esa realidad tan cruda de ser, las de ellos, vidas más cortas en términos humanos. Esa temporalidad que nos asusta a quienes los amamos con locura. 
Cuando leí este escrito (originalmente en italiano) supe que esas palabras son las que nos dirían nuestro hijos perrunos, sentados mansamente en el reino del arco iris. Mirándonos a los ojos, corazón a corazón, comunión de sentimientos en su máxima expresión. Por eso lo tomé, lo traduje, lo adapté y le agregué algún sentir de mi propia cosecha.
Cuánto se sufre cuando un perro se va. Qué vacío, qué agujero en el alma. Qué orfandad de nobleza, de incondicionalidad, de amor desmesurado, de gratitud infinita. Eso … eso sí lo sabemos.)

 

Por MARÍA ROSA INFANTE