Esta muda intimidad
que me respalda
también
en este desierto me abandona.
Instantáneas polvorientas
y urgentes espejismos
retacean
el laberinto de la muerte.
De este cielo de arena
un ángel oscuro se desboca
cegándome los ojos.
No quiero la penumbra
ni el claroscuro
de la metamorfosis del olvido.
Cuchilladas de sol
me abandonaron
a las puertas del infierno.
La brasa diminuta de la arena
se llevó la última lágrima
y en el evaporado aliento
se crucificó mi sed de fuego.
Texto de Juan Carlos Moriconi.