Tengo un manojo de deseos durmiendo en mi cama, y una canción de amor que suspira, esperando ser bailada.
Tengo la mirada perdida, en las hojas aletargadas de aquel libro, que cuenta mis párrafos de soledad.
Tengo un puñado de recuerdos y un te quiero hasta el cielo escudriñando en los rincones secretos de mi obstinada fragilidad.
Tengo tu voz guardada en mi pecho, resurgiendo en la noche, para soñarte una vez más… y tengo el color de esos ojos perpetuos, inundándome de mar.
Tengo estos labios con ansias de devorarte… y caricias desnudas, muriendo de frío en esta eternidad.
Tengo las manos repletas de ansiedad y una pasión inagotable, derramándose de la punta de mis dedos. Si me permites tocarte, prometo arrancarte el corazón.
Tengo el fuego de los recuerdos incendiándome por dentro… quemándome en la hoguera de tu sexo deseoso de vaciar su infierno, sobre mi nostálgica poesía.
Tengo un cuarto de hora para amarte y un vago «hasta pronto» aguardando tus milagros…
Tengo un café caliente en la mesa de algún bar, que el tiempo beberá, y tantas cosas por decirte, que las estaciones se llevarán.
Tengo dos alas atadas y el alma callada por esos besos que no te ha dado mi corazón y sus latidos en pausa, intuyendo el sublime misterio de tu piel.
Tengo impaciencia por verte, desarmarme por completo y dejarme ganar la batalla.
Si suelto mis ganas, verás cómo vuelan, cual pájaros ávidos de sol cubriendo tus rincones, recorriendo ese cielo que me promete el mejor de los vuelos.
Tengo la locura de quererte y la valentía de extrañarte, aunque la tiranía de las horas de esperarte me apuñalen la esperanza.
Por AMPARO LECCESE