LA CIUDAD LLORA A BRIAN RUIZ DÍAZ

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La noticia causó ese impacto que sólo causan los hechos que conmueven, que conmocionan. También, los que lasceran desde el dolor. Y de los que shockean desde el estupor de una incredulidad deseada. Esos hechos que dejan en las manos y en el alma mil preguntas que desde la más aguda impotencia y rebeldía sabemos que no tienen respuesta.

La noticia cruzó como un rayo la tarde lluviosa de este viernes 9 de agosto. Y el rayo fue una puñalada en el corazón de toda la Ciudad y su gente.

La noticia daba cuenta que Brian Ruíz Díaz, el joven de 27 años que con un cuadro de hepatitis B se encontraba internado desde el jueves en un nosocomio de Rosario a la espera de un trasplante que nunca pudo realizarse, había dejado de existir.

En la víspera, cuando comenzó a circular la información de su traslado a aquella Ciudad, derivado desde nuestro Hospital “San Carlos”, y de la extrema gravedad de su estado, las redes sociales se colmaron de cadenas de oración y buenos deseos. Cuando las horas avanzaron y se confirmó la urgente necesidad de que Brian recibiera un hígado para ser trasplantado,  la espera se hizo plegaria redoblada a la espera del milagro.

Pero el órgano no llegó, y el cuadro general del joven se fue deteriorando hasta llegar a su muerte.

Y la palabra muerte, esa que golpea siempre, más cuando se trata de un joven lleno de vida con tanto aún por ofrecer, golpeó a todos de una manera inexorable.

Era bailarín, Brian. Profesor de ritmos. Artista. Un ser al que todos quienes lo conocieron no dudan en calificar como luminoso, especial, portador de un constante optimismo y siempre dispuesto a la palabra de contención y de estímulo. Tampoco dudan en calificarlo como poseedor de un mágico talento a la hora de su destreza quienes compartieron con él ensayos, clases y escenarios.

En el momento de la redacción de una crónica como ésta, de las que nunca quisiéramos escribir, las palabras se agotan, y se hacen vacías, huecas, estériles. Y otra vez, las preguntas, esas que no tienen respuestas, tienden a surgir, vanamente. No alcanzan, se enredan en sí mismas, chocan contra el inconmensurable dolor -ése imposible de dimensionar-, de su familia, de sus amigos más cercanos, de sus alumnos, de sus colegas, de quienes forman parte del movimiento cultural local y de esos muchos “hermanos de la vida” que Brian supo cultivar y cosechar.

Pero además, como ocurre sólo con algunas personas muy especiales, ese dolor se extiende a toda una comunidad,  aún de quienes no lo conocieron personalmente,  que lloran su partida e intentan despedidas de mil formas diferentes

Quizá sea un lugar común expresar que aquellos que dejan una huella no se van nunca. De todos modos es real. Y Brian Ruiz Díaz la ha dejado en cuanto lugar quiso transitar. Es por ello que seguirá estando en cada baile, en cada coreografía, en cada movimiento musical que formaba parte de su misma esencia. Seguirá estando en tantos que ya lo extrañan, desde el sentimiento más profundo.

Y estará además en otro Lugar, más inmenso y luminoso que el sitio terrenal y cotidiano por el que transitamos.

Un Lugar en el que tirará un paso más, y otro, y otro, y otro más. Sin parar. Hasta el infinito.

 

(Quienes hacemos “La Nueva Senda Digital”  acompañamos a la familia Ruiz Díaz y los amigos y compañeros de Brian, enviándoles nuestra mayor fortaleza en este momento tan penoso)