«CLAVE DE MÍ», por MARÍA ROSA INFANTE

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Sigue girando, el caballito alado. Y lo acompañan autos, aviones y otras criaturas. Pero es él, figura mitológica de blanca madera reluciente, quien marca el destino: hacia todos partes y ninguna. Eternamente galopar volando, volar galopando en círculos, llevando en su lomo frío y liso la inocencia.

Desde 1938, desde 1938, desde 1938. El cartel me causa un sentir contradictorio. No sé por qué. El orgullo de algunos puede ser la vergüenza de otros, pienso. Demasiado tiempo, pienso. Quizás anhele un solo jinete como Pegaso, pienso. O transformarse en constelación. Mejor, no pienso más.

Cada vez que rodeo la calesita, parte de mi paisaje cotidiano, miro al caballito, interrogándolo apenas. Quisiera saber si desea ser liberado. Es que una vez lo vi en brazos de un restaurador, paseando desde el parque hasta un taller de Pichincha.

Y juro que se lo veía más feliz.

 

Por MARÍA ROSA INFANTE