Al principio de mi carrera profesional, escuchando a parejas en mi consultorio, me sorprendía descubrir la cantidad de personas que, a pesar de sus esfuerzos, no lograban obtener lo que querían. A ver, regresá en el tiempo para recordar lo que esperabas que mejorase con el matrimonio. ¿Qué esperanzas tenías? Con el tiempo, he aprendido, con gran preocupación, que la mayoría de los fracasos de pareja son el resultado de una gran dosis de desconocimiento; un desconocimiento que se basa en expectativas ingenuas y poco realistas sobre lo que se puede lograr mediante el vínculo amoroso, agregado a una incapacidad para comunicarse. Observo con frecuencia, que la gente se casa con una pareja que apenas conoce como persona. La atracción física y sexual puede unir a dos seres, pero no es garantía de compatibilidad ni de amistad. La capacidad para poder llevar en pareja una vida satisfactoria y creativa con otro ser requiere compatibilidad en muchos otros aspectos. El tiempo que pasamos en cama es relativamente poco. Lector, lectora, no quiero que me interpretes mal: lo que quiero decir es que la sintonía sexual es importante en las relaciones íntimas adultas; sin embargo, también sostengo que las relaciones cotidianas satisfactorias hacen necesario mucho más que la atracción sexual. Hay parejas que se entienden muy bien acostadas, pero no se entienden ni sentadas ni paradas. Incluso puede ocurrir, que por distintas causas, la atracción sexual se torne discontinua e incluso inactiva. Ahora, retorno al principio de este escrito: el tema de las esperanzas. Algunas cosas que los consultantes me han confiado a lo largo de los años: Las esperanzas de las mujeres por lo general se basan en tener un hombre las quiera sólo a ellas, las respete y las valore, que les hable de forma que se sientan felices de ser mujeres, que las apoye, que les dé consuelo y satisfacción sexual, y que esté junto a ella en los momentos difíciles. La mayoría de los hombres me dijeron que esperan que una mujer se ocupe de satisfacer sus necesidades, que esté contenta de su hombre por su fuerza, energía y su cuerpo; que lo considere un cabeza de familia sabio y que también esté dispuesta a ayudarlo cuando él le cuente sus necesidades. Hablan de tener una compañera que les cocine algo rico, que se mantengan atractivas aún con el paso de los años, y sostener buenas relaciones sexuales. Un hombre me decía: “Quiero alguien que sea todo para mí, quiero sentirme necesario, útil, respetado y amado”. No hay muchos hombres y mujeres que hayan visto que esto pasaba en la relación entre sus padres. En realidad, lamentablemente, no abundan estos casos. Somos reacios a dejar que el corazón nos diga abiertamente lo que quiere. Para muchas personas, el corazón es débil; creen que la cabeza es lo único firme. Olvidamos que una buena obra arquitectónica necesita de los dos elementos, así, en consecuencia, podemos establecer relaciones que funcionen y que nos complazcan al mismo tiempo. Cuando algo enturbia las expectativas y esperanzas más sentidas, empiezan a ponerse en movimiento las frías y dolorosas decisiones de la ruptura, la separación, ó el divorcio. En nuestra cultura occidental, la mayoría de las personas nos casamos por amor. Y, en relación con eso, esperamos que nuestra vida sea mejor por la fuerza de la motivación amorosa que incluye: cariño, satisfacción sexual, hijos, ascenso social, sentimiento de pertenencia, posición económica, etc. Estoy convencido que el amor, incluido el amor sexual, es el sentimiento más gratificante y satisfactorio que puede experimentar un ser humano. Sin amar y ser amado, el alma y el espíritu humanos se marchitan y mueren. Sin embargo, el amor no puede satisfacer todas las necesidades de la vida en pareja; actuar con inteligencia, estar informados, tener conciencia, complementarse adecuadamente también son esenciales. ¡Ah… si nos escucháramos más, si nos toleráramos más, si nos abrazáramos más y nos acariciáramos más!. ¡Que distintas serían las cosas!
Por RAÚL LEANI