INAUGURAR

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Seguramente en estos días, muchas familias empiezan a organizar, planificar  otros tiempos, nuevas tareas que tiene que ver con la escolaridad de sus hijos.

Decir marzo para estas latitudes, es decir inicio escolar.  Y de esto sí que hay mucho por SENTIR y decir…

Soy una convencida que la etapa escolar, es esa  parte de la vida que te marca, que no se olvida, puede ser por bella o no tanto. Pero imposible olvidar.

Comenzar la escolaridad,  vivencia única y singular para cada uno, que se va construyendo día a día, sentir a sentir, haciendo  como dice Serrat:  “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” y ese andar en la primera infancia, tiene que  estar enlazado a otros tantos factores y actores que condicionan el mismo,  y es allí donde vamos a centrarnos.

Se hace necesario destacar, que la educación es un proceso muy largo que comienza siendo impartida por la familia y luego la escuela (desde el jardín maternal en adelante).  Se necesita de ambas instituciones para conseguir un pleno desarrollo educativo y personal del niño/a. No olvidemos que la educación es cosa de dos, familia – jardín de infantes, por lo que todos debemos hacerla posible y satisfactoria.

Empezar a transitar por el sistema educativo por primera vez, tiene que ser celebrado como inaugurar, y como toda inauguración amerita una preparación, porque lo que viene es muy importante, es esencial para la vida de ese individuo.  Una preparación desde las emociones y los vínculos, tanto de las familias como de la institución educativa que se preparan para el gran acontecimiento.

En efecto, iniciar el Nivel Inicial,  es invitar a crecer como ser humano.   Porque la educación no es una mera adquisición de conocimientos académicos, es un camino en el que nos formamos como personas y en el que adquirimos las herramientas que nos servirán para manejarnos ante las diversas situaciones que nos encontremos en la vida. Y en este proceso, la etapa que va desde el nacimiento hasta los seis años, es fundante.

Sabemos que estos años primeros, es un tiempo biológico que condiciona al niño/a, donde se construye la estructura de lo que somos, adquirimos nuestras principales habilidades y sentamos las bases de nuestro modo de entender y abordar la vida. Ese desarrollo dependerá especialmente del estímulo. Es decir que junto a la genética, la experiencia de los primeros años es esencial para el comportamiento futuro.

En tal sentido,  es fundamental señalar, cuando me refiero estímulo, no es enseñar  a leer, escribir, a contar, a hablar idiomas y a tocar un instrumento con 3 años, o menos, no, es ayudar para lograr autonomía, seguridad y confianza en sí mismo, estimular su curiosidad y toma de decisiones acorde a su independencia personal,  cuidado del propio cuerpo, de conocer y disfrutar de la naturaleza. Las habilidades motoras, afectivas, artísticas, intelectuales… todas deben ser aprendidas en este periodo y luego conservadas mediante el ejercicio adecuado. Porque sabemos que a los  niño/as les gusta aprender, necesitan aprender… merecen que aprovechemos ese potencial, pero empecemos a darnos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones en la primera infancia.

Familia e institución educativa,  son un marco referencial imprescindible; que con un trabajo en conjunto, deberán hacer frente a los avatares impuestos por transformaciones de una sociedad compleja a la cual pertenecen.

Es por esta razón, que la función de las familias y educadores en este sentido es central y conlleva una gran responsabilidad. Tomo aquí palabras de Marisa Moya (Psicóloga infantil): “Es imprescindible que tomemos conciencia de que el niño/a no puede elegir sus fuentes de alimentación intelectual, afectiva, social… los padres y educadores debemos proveer la información necesaria para estructurar la organización inicial de cerebros y mentes. Asimismo, debemos tener siempre presente que las ideologías y las creencias se implantan sin su conocimiento,  sabiendo, sin embargo, el inmenso determinismo para su futuro individual y su repercusión como miembro de una comunidad social”.  Esto, sin duda, nos da una idea de la trascendencia de nuestras acciones respecto a la educación de los niño/as en esta edad.

Remarcar, que cuando los niños pequeños empiezan a ir al jardín de infantes necesitan mucho de nuestra presencia. Durante la etapa de adaptación es muy habitual el llanto, las rabietas, los enfados, la irascibilidad. Esto sucede aunque tengan experiencias anteriores, estén muy vinculados a lo digital, siempre necesitan nuestro acompañamiento y van a sentir sensaciones de este tipo..

Para concluir, imagino al llegar el mes de  marzo, inicio escolar, quien tenga la fortuna de inaugurar esta etapa,  que la misma se convierta en una fiesta; donde la mirada cómplice con tu hijo/a, sostengan la mano que se abre para dejarlo caminar hacia su maestra, donde el abrazo fuerte y cálido diga sin decirlo: …tranquilo que siempre estaré;  porque como familia saben que hay una institución educativa preparada que aloja, cobija, enseña sin medidas y celebra recibirlos.

 

Por SILVIA TASSI.