CAFÉ Y BARBIJO CON KARL JASPERS
La Pandemia de Covid19 nos interpela. Para Karl Jaspers la filosofía encuentra su origen más profundo en los momentos en los que el ser humano queda expuesto ante “situaciones límites”. La muerte, el sufrimiento, el temor, la culpa ponen al hombre en la línea divisoria entre el ser y el no ser. Asomados al abismo de la nada, la propia vida y todas nuestras convicciones se revelan inciertas y dolorosas.
La humanidad ya ha atravesado otras pandemias, y las ha superado con grandes costos. Como nunca antes, hoy nos enfrentamos a éste reto con una capacidad tecnológica formidable. No es un castigo divino, no es brujería, es un virus. Y la ciencia tiene la capacidad para entenderlo y en un plazo relativamente breve, encontrar el modo de tratarlo. Claro, ese tiempo no es un detalle menor, y mientras la respuesta medicinal se elabora debemos tomar decisiones. Individuales y colectivas.
Las tecnologías de información y comunicación también ponen a ésta pandemia en una situación única, la de poder saber qué pasa en todo el mundo en un instante, la de poder comunicarnos entre nosotros en un clic. Esto amplía enormemente las posibilidades de decisiones a tomar, entre ellas la de poder comunicar una estrategia de aislamiento o distanciamiento social. Y es el momento de introducir un elemento más en nuestro análisis, la gran mayoría de nuestras decisiones colectivas las toman nuestros representantes, quienes además toman dichas decisiones sabiendo que deberán responder por el resultado de las mismas.
Es cierto, si nos gana el pánico será difícil tomar buenas decisiones, el pánico paraliza. También es cierto que si no registramos lo que está sucediendo, si se minimiza la situación, es probable que el covid19 nos arrolle. Desde nuestro país hemos tenido la ventaja de ver como se ha desarrollado el contagio en otros países, y cómo han resultado las decisiones tomadas. Cuando alguien cruza un arroyo antes que nosotros nos va revelando con sus tropiezos donde están las piedras y los pozos de modo que luego, si somos sensatos, podamos esquivarlos.
Entre esos escollos hay dos que emergen peligrosos: por un lado tomar decisiones para evitar un contagio masivo que desborde la respuesta del sistema sanitario puede implicar un número de fallecimientos muy serio, hablamos de la vulneración del derecho a la salud; por otro lado un aislamiento social que se sostenga en el tiempo implica un cierre social que empieza a colapsar el sistema productivo, la economía y claro, las libertades básicas.
En los análisis que se escuchan no solo se pone en juego la cosa pública y privada, la ética y bioética, el derecho constitucional, sobre todo se ponen en juego los entramados de poder. Ciertos actores partidarios siguen en la lógica de la conservación y obtención del poder del Estado; también los factores de poder económico juegan su batalla para que no se pare la música del intercambio de bienes y servicios, muchos se juegan sus existencia misma en el mercado, los más grandes se juegan sus ganancias. En el medio la gente común, el ciudadano que camina la calle y que se debate entre su salud y su pequeña economía.
El primer escenario de disputa son las medidas a tomar. ¿Aislamiento? ¿Distanciamiento? ¿Vida normal? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Cuáles son las excepciones? Quizás necesitemos ganar tiempo para preparar una respuesta acorde al problema, y es evidente que si la pandemia nos hubiera sorprendido antes que a otros países, estábamos en muy malas condiciones. Tengamos en cuenta que aún en países desarrollados se decidieron por distintas soluciones, desde dejar que la pandemia siga su curso a resolver un aislamiento social.
Otro escenario es la búsqueda de culpables. ¿Es China? ¿Fueron los norteamericanos? ¿Es la OMS? ¿Son los laboratorios militares? ¿Es el Gobierno? ¿Sirve hoy encontrar una respuesta, si es que la hay? Abundan los filósofos de Twitter dando por ciertas todo tipo de teorías conspirativas. El que las explica y da por probadas siempre anuncia tener información de buena fuente que nosotros no tenemos, poniéndose en una supuesta situación de superioridad que nos deja perplejos y con cara de ingenuos desengañados.
Un periodista le ponía voz, en uno de los tantos videos que circulan por las redes sociales, a la opinión de que estamos ante una respuesta desmesurada, que la Humanidad está tomando recaudos que no son necesarios calificándolos de un “suicidio” colectivo. Y se redobla la apuesta, se trataría de una maniobra “orquestada” o “aprovechada” en la que “la política”, o mejor, sus “burócratas” han decidido aplastar a las libertades para conservar sus privilegios. Según ésta mirada, el nuevo mundo pos – pandemia será totalitario o autoritario, con control absoluto del Estado sobre sus ciudadanos.
Veamos. Nuestros sistemas políticos han nacido como respuesta al absolutismo, la gran preocupación de los padres fundadores del constitucionalismo era evitar la tiranía, para evitar la, lo primero que pensaron fue dividir las funciones del poder, y luego una carta de derechos de los ciudadanos y una judicatura independiente. Las primeras distopías son temerosas de ésta denuncia. Desde “1984”de Orwell a “El hombre en el castillo” de Phillip K. Dick, o “V, de Vendetta” (comic de Alan Moore y David Lloyd, y la película con guión de “las wachowski”), estas distopías nos presentan un oscuro futuro en el que donde los ciudadanos han quedado aplastados por un estado totalitario que lo controla todo, o casi todo lo importante. ¿Es un escenario posible pos – pandemia? ¿Todo lo que sucede es una conspiración para que poderes totalitarios se queden con la humanidad? Seamos prudentes, sea por una pandemia o por el terrorismo hay sectores opacos del poder (y otros no tan opacos) que permanentemente desean incrementar el control de las libertades. Giorgio Agambem lo explica en sus textos de “Homo Sacer”; Las restricciones ciudadanas que, ante el peligro inminente, impone el “Estado de Excepción terminan siendo permanentes. Es un riesgo? La respuesta es sí. Es la razón de ser del nacimiento del “Estado de Derecho”, poner freno a la prepotencia del poder. Es una tensión permanente de las sociedades que pensaron los contractualistas modernos (Hobbes, Rousseau , Locke), cuánta libertad estamos dispuestos a ceder en miras a la seguridad.
Hannah Arendt brillantemente explica el germen del totalitarismo en el terror (“El origen del totalitarismo” 1951). Es algo del pasado o puede ser nuestro futuro? El pensamiento totalitario es muy fácil de desarrollar, les propongo algo menos arduo que mi querida Hannah Arendt, vean la película “La Ola” (Die Welle, 2008, dir. Dennis Gansel), basada en un experimento realizado en la Universidad de Palo Alto, California. Nunca estaremos libres de ésta amenaza, siempre los ciudadanos deberemos estar alertas y no permitir que nuestras libertades se aplasten. Atención, los derechos solo se entienden en su contenido y justificación de la mano de los correlativos deberes. Pero esa es otra historia.
Sin embargo el constitucionalismo también avanzó sobre otras situaciones, las desigualdades sociales injustificadas, gravosas, indignas. Y no es casual que las últimas distopías nos alerten sobre un futuro no totalitario sino disgregado, en que las desigualdades sociales se profundizan hasta llevarnos a la división absoluta entre quienes gozan de una vida plena de necesidades satisfechas y quienes no tienen nada. Un mundo dividido entre los que tienen, y los que no. Dice Luis Eduardo Aute en una imagen clara que no necesita emplicación que ya no hay trinchera, “el combate es la escalera y el que trepe a lo más alto, pondrá a salvo su cabeza. “ (La belleza, disco “Segundos Afuera”, 1989). Sirvan de ejemplo “Código 46” (Code 46, 2003, dir. Michel Winterbotton) o “Elysium” (2013, dir Neill Blomkamp). Nos llevará la pos – pandemia a un realidad en la que solo se curen quienes puedan pagar? A un mundo binario de incluido y excluidos? Las utopías llevan las ideas a la hipérbole para poder evidenciarlas. Quizás debamos pensar el significado del derecho a la “igualdad”.
Hasta aquí no hay nada nuevo, todos los sistemas políticos se debaten en resolver las tensiones entre libertad e igualdad, entre libertades y restricciones. Pero debemos resolver algo ya mismo, sobre todo para que ese futuro no sea el que las distopías nos presentan.
No cabe duda que las sociedades deberán prudencialmente resolver la dosis de distanciamiento social y actividad social. Donde no se encuentre equilibrio, se sufrirá. Esta respuesta deberá realizarse no solo de acuerdo a cada país, sino incluso dentro de un país de acuerdo a cada región, a cada singularidad. Un aislamiento permanente es imposible, un aislamiento prolongado no solo será insostenible sino que finalmente irá perdiendo aceptación y cumplimiento, y además producirá un quebranto económico y social innecesario y muy difícil de revertir, dejando en el camino a millones de puestos de trabajo y empresas. No tomar medidas al respecto puede llevar a numerosas muertes un precio que algunos, muy tranquilamente, indican como el costo que hay que pagar, evidenciando una falta de empatía extraordinaria, un desprecio increíble por la vida humana.
La lógica distanciamiento social deberá ser inversamente proporcional a la búsqueda de soluciones. Tanto las soluciones científicas como políticas requieren un acercamiento social colaborativo. Necesitamos compartir descubrimientos, experimentos, resultados, datos, para combatir al virus, tan cierto como que necesitamos compartir argumentos, razones, medidas, pensamientos, alimentos, crédito, para mantener un sistema social a flote.
Más que nunca la distancia física no debe entorpecer nuestro acercamiento humano colaborativo. Más que nunca las mezquindades, los intereses desmedidos, el cálculo amigo/enemigo, oficialismo/oposición, se revelan como inconducentes para las soluciones “grandes”.
La pregunta ¿cuál será el mundo pos – pandemia? no tiene una respuesta, la estamos escribiendo. Muchos ya hablan de un mundo distinto. Sin dudas, pero no es novedad, ya la tecnología nos está llevando a un mundo distinto, la irrupción de la inteligencia artificial ya nos puso ante un mañana distinto. El covid puede acelerar el proceso, puede desatar ciertas fuerzas, pero el ser humano ya está en el umbral de resignificar su condición de existencia. De hecho, lo hacemos permanentemente. Quizás ésta vez y por el covid19, seamos conscientes de ello, lo cual, es una ventaja.
No puedo adivinar el futuro, pero puedo decir que si nos dejamos llevar por la paralización, la paranoia, la división, el aislamiento decisional, temo que ese futuro no sea bueno, tanto si es autoritario, totalitario o de exclusiones y sálvese quien pueda, o tenga.
El covid19 es una prueba, pero en el futuro y tras la pandemia habrá una situación límite más difícil, afrontar el pos humanismo, no solo cambiará el mundo, es probable que cambie la misma condición humana, posiblemente ensamblada con las IA. Debemos actuar colaborativamente, la distancia social (sea por el covid19 o por el mercado, la nacionalidad, el género, la religión, etc) no debe impedir que nos acerquemos al otro, que lo entendamos, que lo reconozcamos. La lógica del poder y de las corporaciones debe reconocer que nos enfrentamos a una situación límite. Jaspers explicaba que son justamente esos momentos, en los que el hombre mira al abismo, en donde aparece la naturaleza humana, su reflexión, su inteligencia para cambiar su pensamiento y tomar decisiones auténticas, trascendentes. Las decisiones que definen el futuro.
Por EMILIO ARDIANI – Abogado – Especialista en Política Internacional