«REFLEXIONES DE UNA NIÑA PARA OTRO MUNDO POSIBLE», por LUCRECIA MARTINI

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EXTRAÑAS CRIATURAS

REFLEXIONES DE UNA NIÑA PARA OTRO MUNDO POSIBLE

Estoy en casa, es domingo, día de las infancias en Argentina. No es un día más, aunque cada día es único. Desperté temprano y sonriente, siento la necesidad de reencontrarme con la niña que fui y con la que soy, la que sigue soñando, creyendo que desde el amor y con amor todo puede cambiar.

Tomo mates y comparto galletas con Mandarina y Mollie, la gata rescatada y la perra viejita con fractura de cadera y fémur que apareció este año en plena calle, ambas forman parte de la familia.

Voy al patio, estiro mi cuerpo para llegar al infinito y más allá. El sol cosquillea mis ojos y es energía que absorbo. Me tiro al pasto y a la tierra, hace bien ensuciarse, sé que después contaré con agua caliente para bañarme. Clarilú, Tigre, Juana y Morena se tiran conmigo, mis compañeros de vida e integrantes de la familia, cuatro perros que fueron apareciendo, quedándose en tránsito y luego para siempre.

Salgo en bici, es un día ideal para pedalear y pasear. Oxigeno mi cuerpo y mi cerebro. En la esquina está Violeta y su pandilla, los que van a diario a lo de Alcides para que les dé algo de comer y a cambio mueven sus colas sin parar. Sigo mi marcha y en otra esquina encuentro a Coquito, encerrado y atado, no comprendo por qué no está libre, la libertad es su derecho. Sigo pedaleando, me adentro en el barrio, las casitas de chapa empiezan a multiplicarse, sé que muchos no tienen agua caliente para bañarse, tampoco tienen baño.

Más perros atados con cadenas cortas al cuello, apenas pueden moverse, no sé sus nombres. Sus miradas dan pena. Sigo mi marcha y veo perros cachorros por las calles, siguiendo a su mamá perra con las tetas llenas de leche. También veo gallinas, patos y gansos con sus crías siguiéndolos. A diferencia de Coquito y los otros, ellos están sueltos aunque tampoco son libres, las hacen parir y los hacen nacer en un mundo que no tiene lugar para todos. Los dejan en la calle sabiendo que peligran sus vidas.

Más adelante hay caballos, atados, algunos sin agua. También veo vacas, me doy cuenta que si intento acercarme tienen miedo, no saben que desde hace tiempo no como su carne y no tomo su leche. A lo mejor no saben que las respeto, a ellas y a cada uno de los otros animales que habitamos este planeta.

El paseo se hizo largo y llego a casa un poco triste, llena de imágenes y preguntas sin respuestas. Quiero contarles a mamá y a papá, ¿sabrán lo que está pasando allí afuera, entenderán lo que quiero decirles?. Los grandes hacen muchas preguntas y hay que explicarles las cosas muchas veces, ven con ojos de grande.

Pensándolo bien les contaré a mis amigas y amigos, a lo mejor entre todos podemos hacer algo para soltar animales atados, vaciar jaulas y que todos consigan hogar. Tengo muchas ideas, sé que si sumamos voluntades podremos lograrlo. Soy pequeña pero tengo mucha fuerza interior. Si quieren sumarse son todas y todos bienvenidos, aquí se aceptan y se respetan todas las formas de vida. ¡Los espero!

Por LUCRECIA MARTINI . Licenciada en Comunicación Social / Proteccionista