CORAJE

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Quisiera regalarles a todos los que quiero, si pudiera, coraje.
Ese de mantener la luz en el centro de nuestra esencia, aunque las sombras se ciernan, agobien, acosen hasta doler.
El coraje paciente de sonreír a las dificultades, no como tontos, sí como optimistas.
El coraje de mirar y elegir libremente, de cuidar los infinitos espacios de vuelo de los que disponemos los seres humanos cuando estamos deseosos de desplegarnos y despegarnos.
El coraje de abrirnos paso como plantas en la adversidad, como esas raras flores del desierto, que contra todo pronóstico, ahí, quietitas, desafían todos los augurios funestos.
El coraje involuntario de esos niños que una vez que se han caído, se levantan, sorbiendo los mocos, la cara sucia de lágrimas. Y empiezan otra vez el juego.
El coraje que no está hecho de grandes cosas, que no se sube a carros de triunfo. Coraje diario sin yelmos, sin fanfarrias.
Coraje hecho de todo, de nada. Coraje de vivir el día, de hacer un culto del carpe diem, hay que tenerlo en estos tiempos.
Coraje de no envejecer por dentro, de no dejar secar el asombro, el entusiasmo, los intentos fatuos o profundos.
Quisiera regalarles a quienes amo el coraje de siempre reconocerse, no perderse, de doblarse sin doblegarse si fuera necesario. De armarse nuevamente al romperse.
He visto el coraje hecho madre y eso marcó mi vida. No me sobra, ralea por épocas, pero es una semilla que siempre da sus frutos.
Por eso, quisiera ofrecer a quienes amo, si pudiera, ese regalo, si les hiciera falta, si lo necesitaran.
Regalarles dosis de coraje del bueno. De efecto prolongado.
“Per vivere davvero devi avere coraggio…”  Me lo decía mi madre coraggio y si pudiera, porque no lo pierdo al hacerlo, más bien lo contrario, se los regalaría.

 

 

Por MARÍA ROSA INFANTE