COSAS NORMALES

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Qué lindas las “cosas normales”. Abrir los ojos y ver. Levantarnos, ese acto tan simple, nuestras dos piernas sosteniéndonos. El agua limpia sobre el rostro. La certeza de nuestros queridos cerca. El sol de la mañana,  decidido, en la ventana. Los ruidos de la ciudad despertándose. La radio y sus voces familiares. Los besos al descuido. El café compartido en silencio. El malhumor de alguno con su “no me mires ni me hables”, un signo de que todo está en su lugar. Cuatro ojazos tiernos y dos colas moviéndose para dar los buenos días. El paseo por lugares conocidos. El aroma de un almuerzo simple. El ir y venir cada uno a lo suyo. Las preguntas de siempre. Las respuestas habituales. Los códigos familiares. La siesta si se puede. La camisa planchada para mañana, mañana es siempre una promesa. Una musiquita mientras se ordena o desordena. Una llamada. Un mensaje. Un plan simple para el finde. La lista del súper que incluye algún indicio de menú festivo. Las fragancias de cada uno a la hora del baño. El roce cuando somos más de uno en la cocina, mal que a alguno le pese. La cena, cada uno en su lugar. El cansancio dulce del día que se apaga.

Qué regalo, la vida. Qué lindas, ciertas rutinas. ¿Quién dijo que no hay belleza en aquello que se repite? No hay que dejar escapar la oportunidad de gozar todo eso que suele darse por descontado, por ser simple, por ser pequeño, por ser cotidiano.

Son las cosas que damos por descontadas las que más cuentan.

 

 

Por MARÍA ROSA INFANTE.