31 DE DICIEMBRE

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No se sabe.

Nunca lo dijeron.

Parece que cuando

peina canas

el viejito se va con la

tristeza a cuestas

a ver si se consigue

alguna changa.

Estuvo bullicioso y

dominguero

en las últimas horas

del ocaso.

También rezó, cantó

y lloró como un

chiquillo

perdido en una plaza.

Dejó solos a los

hombres,

los despidió con

lástima

y cerca de la

medianoche

se acostó a morir.

No se sabe.

Nunca lo dijeron,

pero creen que se pone

un traje nuevo

y que vuelve

una y mil veces

-incansablemente-

para ver si puede,

de una vez y para

siempre,

conformar a la gente y

a sus sueños.

Texto: MARCELA RUIZ