EDITORIAL – ESTAR TODOS «EN LA MISMA»

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En un país como el nuestro, donde casi todos somos futboleros y donde aquellos que no lo son se vuelven tales cuando se disputa un Campeonato Mundial, el fútbol puede servirnos de símbolo para intentar encontrar algunas analogías relacionadas con otros temas que nos ocurren.

Cuando juega la Selección, todos sin distinción, estamos con ella. Unidos en el deseo de la victoria, cruzando los dedos y apelando a mil cábalas diferentes, embanderándonos desde el corazón con esos once que llevan sobre la piel los colores que llevamos en el alma. Es verdad, el Patriotismo pasa por otros andariveles, pero sería poco sincero no reconocer que cuando el Himno suena en una cancha y una Bandera flamea en una tribuna, una especial sensación de pertenencia nos traslada erizándonos la piel.

En tiempos de fútbol sin Mundial, en las sucesivas fechas de los campeonatos locales, lo mismo nos pasa en relación a los jugadores que integran el equipo al cual pertenecemos. Ahí  somos de Boca. o de River, o de Central o de Newell´s , y “ellos”,  los de la tribuna de enfrente, son nuestros adversarios. Les queremos ganar  sí o sí, si les ganamos nos regocijamos en las gastadas del lunes a la mañana,  si perdemos las sufrimos, estamos “enfrentados” desde el folklore en el mejor de los casos, y lamentablemente desde la violencia en muchas ocasiones. Somos “los unos y los otros”, “atenienses y espartanos”, “montescos y capulettos”.

Pero “cuando juega Argentina”,  ahí estamos todos alentando al mismo equipo del que somos todos, no importan las diferencias,  las dejamos archivadas hasta la próxima vez. Cuando juega Argentina, estamos todos del mismo lado.

Esa sensación, la que estamos viviendo en este momento, cuando nos decepcionamos con el empate contra Islandia, nos golpeó el corazón la derrota contra Croacia, y nos esperanzamos en el milagro de ganarle a Nigeria y pasar a octavos, y cuando todos nos recibimos en expertos en táctica y estrategia, es una experiencia colectiva e integral que sólo el fútbol puede ofrecernos.  Estar todos juntos. Queriendo lo mismo al mismo tiempo. Sin enfrentarnos. Sin dejar de sentir pasión por las camisetas de los equipos locales de los que somos hinchas,  pero aún así entendiendo al que siente la misma pasión por una camiseta distinta como alguien que por esta vez siente y quiere lo mismo que nosotros. Un verdadero prodigio.

Obviamente, nos referimos a los hinchas verdaderos y no aquellos que disfrazados de hinchas sólo ejercen la violencia desde el triste título de “barras bravas”. Esos hinchas verdaderos que casi desde la ingenuidad, sin importarle siquiera los millonarios contratos de los futbolistas -esos que ni una vida entera de trabajo desde nuestro lugar alcanzaría siquiera para emparejar en una mínima parte- sienten cada domingo la inexplicable pasión de 90 minutos de partido. Justamente sólo explicable desde esa misma pasión.

Por eso, tal vez en el fútbol encontremos el ejemplo. Especialmente en estos tiempos donde son notorios los enfrentamientos, las divisiones,  el considerar como un enemigo al que piensa diferente,  los agravios y la aparente imposibilidad de acercarnos entre nosotros.

Estar juntos, queriendo lo mismo, al mismo tiempo, aunque pensemos diferente. Estar todos “en la misma”. Tirando para el mismo lado, sin renunciar a ideologías ni a convicciones, a las que no cambiaremos jamás porque son nuestras y todas respetables. Buscando el abrazo al momento de gritar gol, sin importarnos de quién es hincha ese que abrazamos porque esta vez grita el gol al mismo tiempo que nosotros, aunque en partidos de otra Liga esté en otra tribuna y porte otra bandera.

Si podemos en un Mundial  y gracias al fútbol,  quizás podamos hacer el intento de reaccionar de la misma manera en otras cuestiones de la vida nacional.

Para “darle alegría nuestro corazón”,  al de todos y “dar la vuelta”  a esta página donde en todos los otros temas que no sean fútbol parece ser tanto nos cuesta ponernos de acuerdo.