CLAVE DE MÍ, por MARÍA ROSA INFANTE

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HOMBRE Y PERRO EN MOTO

 La ciudad puede ser dura, salvaje, voraz.

Pero de tanto en tanto, en una esquina, te sorprende. Como una caja llena de personajes y situaciones que ninguna otra, ni siquiera aquella mágica, puede contener.

La ciudad te permite ver sin ser visto y ser visto sin ver.

Y sucede que entonces, en el caos y el apuro, el tiempo se detiene para el observador casual.

Ahí van, los dos, ese par que a muchos nos resulta entrañable, tierno, querible. Al humano lo adivino joven, un tatuaje me da cierta pauta. En la flor de la edad y en viaje, con lo mínimo necesario para la travesía. Al perro compañero (quizá sea hembrita) no lo intuyo, lo veo decididamente feliz. Jadeando contento upa de su amo. ¿Tal vez sea itinerario de una mudanza? Quizá, no importa. Van juntos, los dos, renovando esa vieja alianza, esa unión ancestral.

 

Si pasaste hoy al mediodía por Pueyrredón y Mendoza, Rosario, y los viste, fuiste como yo testigo de un pequeño milagro, un mosaico simpático y pintoresco en medio de tantos espacios vacíos y vidas escondidas.

En esa inmensidad anónima de una ciudad, donde personas y cosas pasan de un modo fugaz, ellos se me quedaron en la retina. Les robé una imagen que ahora cuento. Quiero creer que así como existen mentiras piadosas existen también robos inocentes.

Vuelvo al inicio: la ciudad puede ser dura, salvaje y voraz. Pero qué dulce y generosa cuando te regala un cuadro que motiva la sonrisa.

¡Buen viaje a ambos!

 

Por MARÍA ROSA INFANTE