“Los síntomas comenzaron hace tantos años que ya no recuerdo cuando empezaron. Cuando aparece mi malestar, me siento mareado, con nauseas, tembloroso, aturdido, siento taquicardia, transpiro mucho. No puedo caminar y a veces termino vomitando. Cursé mi carrera universitaria, me recibí; unos años después me casé, después nacieron mis hijos, pero estos síntomas continuaron controlando mi vida. Este “monstruo” tiene el control de mi vida y yo no sé cómo manejarlo. Cuando mis hijos crecieron y comenzaron a participar en distintas actividades, yo los acompañaba, pero el estrés que me producía hizo que no pudiera continuar acompañándolos, fue terrible para mí. Después de muchos años, descubrí que tenía crisis de angustia; quiero hacer una cosa y mi cuerpo está haciendo otra cosa. Esto ha producido muchos problemas en la relación con mi esposa y mis hijos”.
Las personas pueden traumatizarse cuando sufren el primer ataque de angustia porque se sienten muy enfermos o sienten que van a tener un paro cardíaco que les hace pensar que se están muriendo. Tus estados de angustia pueden estar bloqueando situaciones que ocurrieron en el pasado las cuales se activan ante diferentes situaciones estresantes del presente: exámenes en la facultad, una primera cita, una entrevista laboral, hablar en público, viajar en vehículos, etc. Lo que complica el cuadro es que tu cerebro se prepara anticipadamente hacer frente a algún tipo de amenaza desconocida; tus sentimientos dominantes son el miedo y la impotencia.
Éstas emociones te hacen sentir que tu cuerpo y tu mente están fuera de control, que funcionan con piloto automático. Tus síntomas, todos sin razón aparente, se convierten en fuente de terror y tu pensamiento “me voy a morir de esto” queda atrapado en la red de tu memoria y allí permanecen agazapados. ¿Hacia dónde podés huir cuando tenés la sensación de que tu propio cuerpo te está matando? Después de que eso ocurre, surge sin falta la preocupación de cuándo volverán a aparecer esas horribles sensaciones físicas de estar descontrolado con lo cual se va desarrollando un círculo vicioso: se produce la tensión de la espera a que te ocurra el próximo ataque generándote un estado de ansiedad intenso: miedo al miedo. Entonces, aparece la inhibición de la acción.
Hay personas que sienten que van a perder la cordura; es usual la pregunta: “Doctor, ¿estoy volviéndome loco?”. No, contesto yo. Como los sentimientos que afloran ante una crisis de angustia son tan intensos, es posible que pienses que vas a perder la cordura permanentemente. Yo acostumbro a tranquilizar comentándole al paciente que esas perturbaciones emocionales forman parte de viejas experiencias que no recuerda y que nunca se ha sabido de casos de pacientes que hayan enloquecido ni que hayan muerto de un paro cardíaco por repetidos ataques de angustia; pero que necesitan ser abordados y procesados para terminar con esa compulsión a la repetición.
En el transcurso de la experiencia clínica con Focusing-EMDR, el paciente va aprendiendo a controlar esas sensaciones y reacciones emocionales, en lugar de tenerles miedo y verlas como sus enemigas. El paciente, paso a paso comienza a ganar seguridad. Me sigue sorprendiendo algo que ocurre en el procesamiento con Focusing-EMDR: mi observación clínica indica que cuando se procesan situaciones negativas, el consultante pasa luego al acceso de imágenes positivas. Una paciente que estaba procesando un recuerdo infantil angustioso, en el momento siguiente me dice, “ahora me veo jugando con mi perrito y veo a mamá abriendo un paquete de galletitas y preparando el mate; papá está junto a ella”, éste es un indicio de que el cambio se está desarrollando. El método utilizado tiene la valiosa capacidad de activar los lóbulos prefrontales del cerebro que son claves y esenciales en los procesos de razonamiento, de mantenimiento de la atención y control de las funciones emocionales. Los lóbulos prefrontales son decisivos en proyectar e imaginar el futuro y tomar decisiones; también participan activamente de los procesos de aprendizaje.
Las crisis de angustia y las reacciones fóbicas tienen consecuencias serias en tu metabolismo neuronal porque menguan el flujo de glucosa y oxígeno a esa parte preciosa de tu cerebro produciendo pérdida de la capacidad para que veas las cosas con perspectiva. Además, aparece un fenómeno negativo: tu memoria comienza a atraer al centro de la actividad mental diaria sólo pensamientos y emociones negativas, paralizantes. Esto hace que comiences a recordar sólo los episodios negativos de tu pasado: las personas que nunca te ayudaron, las que siempre te criticaron, los fracasos que tuviste, lo que siempre quisiste y no pudiste alcanzar.
Consecuencia: el distrés se mantiene en el tiempo y te conduce a un estado de desesperanza y tristeza. Pero, una parte, cansada de sufrir pide salir de esa trampa. Mediante el método Focusing-EMDR, las emociones positivas y esperanzadoras que son la clave de la resiliencia se harán presentes, generando la capacidad para una recuperación ante las adversidades. Los troncos viejos, duros y resecos, pueden partirse cuando un viento sopla con fuerza; opuestamente a eso, los juncos tienen una noble cualidad: se doblan pero no se quiebran.