Hace unos días, estaba en clase y una profesora – al escuchar algo que estaba diciéndole a una de mis compañeras – me dijo que el infierno no existía. Le dije que sí y me retrucó preguntándome si no era ya el infierno esto en donde estamos todos nosotros y dije que no, que de ninguna manera.
La charla se dio cuando la clase terminaba así que mi negación le llegó cuando ya cruzaba la puerta y no pudo ser un debate ni extenso, ni – imagino – productivo pero por lo menos me quedó dando vueltas en la cabeza y me surgieron muchísimas preguntas.
¿Puede esto ser el infierno? ¿Habrá pasado ya el Juicio Final y somos todos unos condenados a vivir lo mismo día tras día?
Mientras me pregunto esas cosas me descubro negando con la cabeza y es que, cómo puede ser este el infierno si existen los amigos, si formamos familias, si nos enamoramos.
Cómo puede ser el infierno si nos abrazamos, si sabemos reír, si todos los días sale el sol.
Si cuando existen dolores tan grandes alguien siembra una canción, si salimos a las calles por los demás, si creamos lazos a cada paso.
Cómo puede ser esto el infierno si yo, que crecí en una ciudad chica y medio perdida del sur de Santa Fe, tengo una amiga de Tierra del Fuego, otra de Santiago del Estero, de Córdoba, de Entre Ríos, de Buenos Aires y aprendí así que eso de la distancia es detalle y no obstáculo.
Cómo va a ser este el infierno si uno de los contactos más frecuentes en nuestro teléfono es uno que dice mamá.
Si tenemos hermanos, si compartimos ronda de mates y secretos, si todo dolió menos cuando alguien nos dijo te entiendo.
Si hay playas y montañas, casas y personas que son hogares. Lugares que soñamos conocer, voces que no queremos olvidar.
Infancias con abuelos, viajes con amigos, noches de amor.
Sé que existen cosas feas, siniestras, infernales. Pero sé también que en cada una de nuestras heridas después nace una flor. Y donde hubo tristeza llegó un abrazo, donde hubo una pelea llegó una reconciliación que nos bañó de amor y humildad y donde hubo un Videla llegó una Estela de luz.
Nos amamos, nos cuidamos, nos acompañamos. Como conocidos y como extraños, como seres y como humanos.
Quizás pensar que este lugar es el infierno dependa de cómo se mire y creo entonces que debemos siempre estar atentos porque la vida, amigos, puede ser un verdadero paraíso si miramos bien.
Por GINA PENELLI