CLAVE DE MÍ – EL PESO DEL ALMA

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Ayer en la cena de viernes hablábamos los cuatro. Hacía mucho que no lo hacíamos sobre un tema de esos donde confluyen posiciones filosóficas, religiosas, científicas. Esas preguntas profundas cuyas respuestas se buscan desde el inicio de los tiempos y siguen siendo inciertas.

Cuando me puse reflexiva, primero me fustigaron un poco, no demasiado. Con tierna socarronería. Pero luego cada uno fue esbozando su parecer. Se me ocurrió preguntar sobre el destino del alma. De esos 21 gramos de pensamientos, emociones, sentimientos, de todo lo intangible pero primordial que tenemos los humanos.

Qué sería de nosotros sin esa pieza invisible que encaja y cierra el ciclo. Que nos trasciende.

Cuán necesario es hablar de temas puramente espirituales, cómo se nos revelan aún más quienes amamos y conocemos.

Será que ayer la muerte rondaba de un modo ominoso por la vida de todos los argentinos, que surgió la necesidad de afirmar aquello que no muere. Esa entidad etérea, volátil, luminosa u oscura según a quien pertenezca. Un respiro, una corriente de aire apenas, un estremecimiento.

Una pluma desprendida y al viento. La hoja que cae y que aún cayendo conserva su belleza.

La magia de vivir incluye la incertidumbre de la muerte. Aún así, no creo que sea una luz apagándose y ya. Intuyo, deseo, espero que nos volvamos livianos, iridiscentes y eternamente migrantes.

Por MARÍA ROSA INFANTE