Fueron tres días de trabajo. De trabajo basado en el voluntariado más auténtico, desde las buenas intenciones y la buena voluntad, y sin recibir ni pretender nada a cambio. Trabajo basado, además, en el talento del ilustrador casildense Gabriel Griffa, un verdadero artista que deslumbra con sus trabajos.
Se trató de dotar a la Plazoleta «Lino Callegari» de Barrio Nueva Roma, también barrio de Gabriel, de una creación de su autoría que desde el viernes se visibilizó decorando para hermosear una de las paredes del espacio público que referimos.
Fue a través de un mural gigante, con el rostro de un verdadero símbolo de la paz mundial: Nelson Mandela.
El joven ilustrador lo comenzó el miércoles feriado por el «Día de la Bandera», con la intención de regalar una sorpresa a los vecinos del barrio y también de toda la Ciudad. «Lo hice porque pintar es mi pasión, y mientras lo hacía mucha gente se acercó a conversar, a hacerme preguntas, o simplemente a acompañarme», expresó Gabriel.
Cuando el viernes 22 lo finalizó, fue una fiesta para todos. Desde las autoridades de la Vecinal Nueva Roma, pasando por los medios de comunicación, y siguiendo claro por los vecinos, todos celebraron que una pared hasta entonces deslucida presentara a partir de la labor del artista un aspecto renovado, estéticamente bello y simbólicamente inmenso.
Pero poco duraron la satisfacción y la alegría. En algún momento del fin de semana, aquellos que siempre parecen dispuestos a destruir, emprendieron contra el mural, arruinando lo hecho con tanto generoso talento. Marcaron partes del rostro dibujado en la pared –por debajo de la nariz y en los dientes-, incluso con intención de ridiculizar la figura estampada.
¿Quiénes? Difícil saberlo. ¿Por qué, para qué? Más difícil aún. Como difícil pronosticar si Gabriel seguirá en su intención de proseguir con este tipo de trabajos con otros rostros en otros espacios públicos de la Ciudad, tal como quería hacerlo.
Sobre el mural, Gabriel Griffa había inscripto una frase del propio Mandela: «La educación es el arma más potente para cambiar el mundo».
Como una respuesta en silencio sobre el mural deteriorado, la frase parece tener más sentido que nunca.