EDITORIAL: «LA NUEVA GRIETA», por GUILLERMO MONCLÚS

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Quizá porque tiene que ver con nuestra propia idiosincrasia, tal vez porque al provenir de un amplio crisol de razas no terminamos de ponernos de acuerdo en nuestra propia identidad, o porque forma parte de una especie de deporte nacional que nos pinta de frente y de perfil, los argentinos parecemos empeñarnos en enfrentarnos en posturas antinómicas, mantenidas muchas veces con tal virulencia traducida en violencias, verbales o de las otras.

Esta situación no es nueva. Se ha dado a través de la historia, y en distintas disciplinas de la vida nacional.

Ha ocurrido y ocurre en el deporte, y quienes tienen algunos años lo recordarán, cuando nos enfrentábamos entre “menotistas” o “bilardistas” a la hora de posicionarnos en una determinada manera de jugar o sentir el fútbol. O en la actualidad, cuando en lugar de agradecer que los dos mejores futbolistas de todos los tiempos hayan nacido en la Argentina, nos posicionamos casi irreconciliablemente entre “maradonianos” o “messistas”.

Tuvo su correlato en el tango, entre adeptos de Pugliese y de Piazzola. O en la música en general, entre quienes idolatraban a Palito Ortega y quienes lo hacían con Sandro, o más recientemente, entre fieles a Soda Stéreo y leales  a los Redondos…

La lista de ejemplos podría seguir. Y muchas veces los gustos y opiniones diferentes –que con todo derecho se pueden esgrimir, y que son necesarios para la vida democrática- se evidenciaron en estériles veredas opuestas, que nos impedido disfrutar de todo lo bueno y positivo que en todo existe, tan encerrados en propias e irreductibles posiciones.

En la política, claro está, sobran los casos. Desde la Primera Junta de Gobierno Patrio, entre “saavedristas” y “morenistas”, siguiendo luego por “unitarios” y “federales”, continuando por peronistas y antiperonistas, y más próximo en el tiempo, entre “kirchneristas” y “antis K”.

Más que personas que piensan diferente, y bienvenido sea, se trató y se trata de adversarios o enemigos. Un verdadero despropósito. A tal punto las divisiones son enfrentamientos, que podemos reemplazar el “y” y el “o” que justamente separa, por un “versus”. Así de viscerales las tomas de partido.

Y como si no tuviéramos suficiente, parece ser que estamos permanentemente creando antinomias. “Grietas”, tal la palabra que hace unos años se adoptó como gráfica manera de traducir las divisiones.

Así es que en estos días hemos encontrado, quizá de tanto buscar, quizá de manera espontánea, una nueva: la que divide a “pro” y “anti” cuarentenas. Ampliada, entre “salud” y “economía”. La misma, desarrollada en redes sociales, en programas de radio y de TV, y hasta en movilizaciones callejeras.

La pandemia de Covid 19, ésta que marca este tiempo de nuestra Historia como muy difícil de ser olvidado, mostró que al comienzo, cuando se determinaron los primeros aislamientos, no se registraban demasiadas oposiciones a los mismos. Pero luego, con el correr de los días, se fue trasuntando en la pérdida de tal consenso en ese respecto.

No deja de ser lógico, ya que con el trascurrir del tiempo las actividades económicas se han resentido de tal manera que sus actores evidencian la real necesidad de poder volver a sus actividades. Lo que no lo es tanto, es que se haya producido, como en los otros casos mencionados más arriba, una confrontación que se va mostrando como exacerbada entre unos y otros.

Quienes se pronuncian a favor de las cuarentenas, pasan rápidamente a ser calificados por los de enfrente como insensibles a quienes nada les importa el pesar económico de la gente. Y por correlato, quienes se pronuncian a favor de la normalización, son con igual rapidez calificados por los del otro lado como seres a quienes nada les importa la salud pública.

Se desprende del párrafo anterior lo que pinta de cuerpo entero esas divisiones: “los de enfrente”, “los del otro lado”, “los otros”…

Es una obviedad decir que la política partidaria de unos y otros tiñe en muchos casos la opinión, lo cual se trastoca de manera indisimulada según sea el lugar que se ocupa. Como también resulta claramente inadmisible sostener que la pandemia que tantas vidas ha costado es una farsa montada vaya a saber con qué oscuros objetivos…

Y en realidad, se trata de poder encontrar un equilibrio. Una armonía. En este caso, mantener los aislamientos para seguir cuidándonos, permitiendo las actividades laborales en los lugares en que sea posible y manteniendo todas las normas de bioseguridad necesarias. Porque seguramente a todos nos importa la salud. Y seguramente todos pretendemos que no haya penurias económicas para nadie.

Lo sabemos, pero no podemos verlo. Tan habituados estamos a enfrentarnos.

Tan habituados a perder de vista los equilibrios y las armonías. A desarrollar el ejercicio de las divisiones. A dinamitar puentes. A no construirlos entre los precipicios que separan cada vez más profundamente a esas grietas.

Una nueva grieta, una más. Cuando más juntos y unidos debemos estar. Que deja la conclusión que poco hemos aprendido hasta ahora de este agudo trance que nos toca transitar.

 

Por GUILLERMO MONCLÚS