En toda sociedad es esperable que exista un índice de hechos delictivos, pero cuando estos se hacen notorios por su cantidad, sus características y su permanencia en el tiempo se transforman en un aspecto que viene a irrumpir en la paz social modificando la vida de todos los ciudadanos. Muchas veces escuchamos hablar de “ola de inseguridad”, cuando se refiere a una seguidilla de hechos delictivos ocurridos simultáneamente en el tiempo y espacio. En estos momentos, podemos decir que estamos atravesando por esta situación en forma permanente. Todos los días nos enteramos de robos, hurtos, escruches, asaltos, que ocurren en nuestro “pago chico”. Parece ser que lo anormal se volvió cosa cotidiana y nos acostumbramos a convivir con ello.
La mayoría de estos episodios serían cometidos por personas muy jóvenes o hasta se piensa podrían ser muchos de ellos menores de edad. Lo que más se está destacando en estos momentos es la cantidad de hechos que ocurren y no tanto, afortunadamente, la gravedad de los mismos. Si bien hubo algunos episodios de violencia contra las personas, la gran mayoría son hechos donde la violencia se ejerce contra la propiedad y el daño es material por la rotura del inmueble y la sustracción de objetos. Aunque el mayor perjuicio hacia las víctimas es la intromisión a su hogar, quebrantándose su tranquilidad y seguridad.
Sólo por mencionar algunos de los episodios recientemente ocurridos, podemos destacar a Marta, una comerciante de 68 años, que tiene su almacén en pleno centro de la ciudad y una tardecita ingresaron a su local dos adolescentes con intenciones de robo, a lo cual ella reaccionó defendiéndose y evitando el atropello, arrojándole cuanta mercadería tenía a su alcance logrando que huyeran. La semana pasada René, una vecina de Barrio Granaderos a Caballo que vive sola desde que falleció su marido, sufrió un robo en su casa, cuando ella no se encontraba presente. Lo curioso es que arrancaron la reja de la ventana que estaba empotrada a la pared. También recordar a Virgilio, un hombre de 70 años aproximadamente, que una mañana circulando con su bicicleta fue interceptado por dos jóvenes que para robarle el dinero que llevaba encima lo golpearon con trompadas y patadas de una manera tan cobarde como inaceptable. En Barrio Nueva Roma son muchísimos los hechos ocurridos, en despensas, viviendas, en la vía pública, y son muchos los vecinos que cuentan que por las noches se escuchan disparos de armas de fuego. Cuentan que viven con miedo, que a partir de las 6 de la tarde se tienen que encerrar bajo llave en sus casas. También hubo situaciones donde ocurrieron arrebatos de carteras en la vía pública y hasta denuncias de mujeres que relataron ser abusadas sexualmente.
Son muchos los lugares violentados en el último tiempo, parece que nadie está a salvo: sedes de clubes, (Club Social, Aprendices, Banfield, El Círculo) comercios, viviendas. También es muy llamativo que ya no solamente ocurren estos hechos en horarios nocturnos, sino que acontecen a plena luz del día y hasta en zonas céntricas de la ciudad. Tampoco los detiene la presencia de medidas de seguridad, como rejas, fuertes candados o alarmas.
Sabemos que desde todas las esferas estatales se trabaja en pos de mejorar la seguridad. Una de las evidencias es la reciente instalación del sistema de llamados a la policía al número 911, lo que hace que se mejore la respuesta y la eficiencia de la fuerza de seguridad. También la incorporación de nuevos móviles para patrullar y la capacitación de los empleados de la institución para lograr la tan necesaria “profesionalización de la policía”.
Desde el aspecto social existen muchos programas locales, provinciales y nacionales de contención a los jóvenes, con propuestas de actividades deportivas, o de capacitación en algún rubro laboral. En Casilda, hay instituciones municipales que albergan a personas y familias en situación de vulnerabilidad. También instituciones de carácter no gubernamental colaboran con este tipo de cobertura social.
Con respecto al aspecto judicial, si bien se ha mejorado el sistema con el nuevo código procesal penal y la aparición de la figura de la Fiscalía como organismo de investigación de los delitos, es mucho lo que falta para tener un óptimo e integral funcionamiento de la justicia. Tenemos algunos serios problemas con los jóvenes menores de edad que delinquen, el Juzgado afectado a ellos carece de herramientas empíricas para actuar. El flagelo de la droga, parece incrementarse a pasos agigantados en cuanto al consumo, tráfico, y daños colaterales que produce respecto a delitos que se cometen. Aquí reside la imperiosa necesidad de tener un Juzgado Federal radicado en Casilda que se ocupe directamente de la realidad que nos aqueja, ya que es bien diferente a la que ocurre en una ciudad como Rosario, de donde dependemos en esta parte de la justicia. Será tarea de todos los funcionarios gestionar y exigir un juzgado federal para nuestra región.
La solución no es una sola ni es simple, todo lo contrario, se necesitan múltiples acciones y medidas a corto, mediano y largo plazo para revertir un al menos en algo la acuciante realidad.
Existen mitos o verdades respecto a algunas situaciones que vendrían a complicar el camino de las soluciones, por ejemplo lo que siempre aparece como fantasma entre los vecinos, acerca de la existencia de “zonas liberadas” por las fuerzas de seguridad para que los delincuentes tengan vía libre, donde habría clara connivencia entre estos y la policía. Otra cuestión similar es que los delincuentes “entran por una puerta y salen por la otra”, dejando entrever que las leyes existentes los favorecen respecto al aspecto punitivo que se les debe aplicar.
Todos los eslabones de la cadena deberán ser reforzados. El concepto de “prevención” no debe ser reducido simplemente a que haya más patrulleros, cosa que es positiva, en las calles. La prevención es mucho más profunda y apunta a evitar que existan personas que elijan como modo de vida delinquir. Lamentablemente a veces escuchamos a alguien decir que hay “generaciones perdidas” como si no fuera posible que las personas se puedan recuperar y encauzar en una vida digna, de trabajo y plenitud. También es necesario mejorar el sistema de investigación de los delitos, proveer de una mayor estructura en cuanto a recursos humanos capacitados y aspectos materiales con el fin de poder lograr más esclarecimientos de las causas y así poder apresar a los responsables el tiempo que dicte la ley y que no puedan reincidir en la comisión de los mismos. Además es imperioso mejorar el sistema carcelario para que al terminar la condena y ser liberados, esas personas hayan logrado una correcta reinserción social y no salgan como profesionales perfeccionados en el arte de delinquir. La función real de la cárcel está muy lejos de lo que es en la realidad.
Hasta el momento no hemos tenido episodios de tal gravedad donde tengamos que lamentar una víctima fatal, como ocurre diariamente en las grandes urbes del país. Esperemos estar a tiempo para evitar que eso ocurra. Los delincuentes parecen ser cada vez más y la impunidad con la que se están manejando es sorprendente. Por otra parte, los vecinos están cada vez más hartos de vivir con miedo e inseguros. En muchos casos ya no saben más como reforzar sus medidas de seguridad, y algunos ya piensan en portar armas.
La realidad es compleja y apremiante. Se deberán implementar políticas de Estado adecuadas de manera inminente estableciendo prioridades a lo urgente, pero sin perder de vista lo importante. Todo lo que se está haciendo desde el Estado en todos sus niveles -municipal, provincial y nacional-, es insuficiente. Se deben multiplicar los esfuerzos para modificar la vida diaria de miles de personas. Todos los funcionarios, sean miembros del poder ejecutivo, sean legisladores, o pertenecientes a la justicia o policía, deberán asumir a pleno con total entrega y compromiso las responsabilidades y actuar en consecuencia.
Sí así no lo hicieran, que el pueblo se los demande.
Por MARÍA BELÉN CÉSARI