Al adoptar la posición de ser mi propio OBSERVADOR más que el observador de los demás, aparece un punto imposible de eludir…SER AUTO-RESPONSABLE… para iniciar los cambios de visión y de los paradigmas de mi vida, sabiendo ya la reglas de juego que el Universo me propone a través de la claridad de sus leyes (ver LEYES UNIVERSALES) y los efectos que la aplicación no consciente trae, aflora un concepto…CADA UNO TIENE LO QUE SE MERECE…Y YO TAMBIÉN…
Así de cruda y así de clara es la realidad, realidad que nosotros mismos nos fabricamos, por lo tanto…y aquí vamos por el próximo GRAN PASO…nadie tiene la culpa de aquello que me sucede, por ende ese gran paso es el PERDONAR…
Perdonar a los demás y principalmente a mí mismo…porque durante ese gran paso comienzo a darme cuenta que cada ser está en su propio proceso evolutivo…que en el aquí y ahora hay cosas que no puede comprender tal como yo hoy no puedo comprender también ciertos hechos. Que los demás fueron “MAESTROS” en mi camino actuando como instrumentos para mis experiencias de aprendizaje y crecimiento interior. Que la comprensión y toma de consciencia sólo se consigue con la vivencia, la experiencia consciente de la VIDA. Que eso que llamamos vida está movida por la fuerza del AMOR compasivo, expansivo y comprensivo y no del QUERER que es posesivo y limitante. Distinguir entre AMAR y querer se hace imprescindible para expandir nuestra consciencia.
Y al pisar los territorios del AMOR nuestra alma entra en fusión viviente con nosotros y nos inclina a su expresión a través del SERVICIO, traducido en AYUDA… una ayuda que pasa por el respeto de las leyes y los estados evolutivos del SER a quien ofrecemos esa ayuda…(Ver LOS ORDENES DE LA AYUDA). La mejor ayuda a ofrecer es capacitar al otro para tener más recursos que le sirvan como respuestas a sus propias situaciones de aprendizaje de vida.
Cerrando esta corta pero intensa tercera entrega les dejo este enunciado… “POR CADA HORA DE SERVIVIO AL PRÓJIMO…EL UNIVERSO NOS QUITA 100 HORAS DE EXPERIENCIAS DÁNDONOS EL PRODUCTO SABIDURÍA TAL COMO SI LAS HUBIÉSEMOS VIVIDO.
Por MIGUEL ANGEL PIGOZZI
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