AÑO 1828
Con el andar del tiempo, de a poco, se iba poblando el desierto pampeano. Por ese motivo el Gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego, decretó en 1827, levantar tres fuertes en la nueva línea de frontera contra el indio.
Juan Manuel de Rosas, entonces, en su condición de Comandante General de Campaña, fue comisionado para organizar el establecimiento de esa nueva frontera sur.
A esa comitiva la integraba como ingeniero militar o topógrafo, Narciso Parchappe nacido en Francia. Éste participó como oficial en las guerras napoleónicas, pero la caída del imperio lo obligó, como a los Generales Rauch y Brandsen a radicarse en Buenos Aires en procura de nuevos horizontes. El gobierno, en calidad de ingeniero militar, lo designa para realizar los trabajos de la nueva frontera, en las obras del fuerte de la Laguna de Cruz de Guerra y posteriormente en similares tareas en la Fortaleza Protectora Argentina (actual Bahía Blanca) levantada en esa zona durante 1828 por el teniente coronel Estomba, según instrucciones de Rosas.
Lo que a continuación transcribo es una copia de una descripción que hace en su libro: Expedición fundadora del fuerte 25 de mayo en Cruz de Guerra. – Año 1828- el Ingeniero Militar Narciso Parchappe.
“Encontramos al amigo de nuestro capitán jugando a los naipes con dos vecinos; una mesita cubierta con un poncho se había colocado en el centro del patio y sobre ella un puñado de granos de maíz que servían como tantos. Se interrumpió por un momento la partida, para saludarnos e invitarnos a participar. El capitán fue el único que aceptó.
Los jugadores estaban tan entusiasmados que solo antes de medianoche se decidieron a ceder la mesa para sustituir el tapete por un mantel; pero esto no era sino una tregua, pues la partida prosiguió después de la cena.
Hablando de ella debo decir que el orden de los platos es diametralmente opuesto al que se observa en nuestras mesas: se comienza por el asado, luego vienen los guisos, los cocidos y se termina con una taza de caldo. En cuanto al pan, como se trata de un artículo de lujo, se lo sirve con mucha parsimonia. Se coloca sobre la mesa un botellón de vino que no se toca hasta el final de la comida, bebiéndose por lo general en el mismo vaso. Los que tienen sed pueden pedir una jarra de agua.
Cada uno tuvimos un plato y un cubierto y el propietario nos sirvió por turno. En las casas menos ricas, los asientos y los tenedores son muy raros y cada uno saca su cuchillo del bolsillo, come con los dedos llevando la mano a la fuente y se limpia con el mantel o trapo que recubre la mesa. Si de aquí pasamos al rancho del pobre, el servicio es mucho más simple todavía: a falta de mesa se pone la olla en el suelo que contiene la carne y el puchero y se clava el asador al lado, los comensales se sientan alrededor, sobre troncos de madera o cabeza de vaca, una cuchara única circula en la rueda y cuando se ha terminado de comer se va al barril con un jarro de hojalata o más comúnmente con un cuerno destinado a este uso(chifle). No desayunan sino en viaje o cuando prevén que sus ocupaciones no les permitirán almorzar. El mate es la única cosa que se toma a la mañana y por eso la pava está en el fuego desde el alba.
Sobrios en exceso, no se los ve comer más allá de su apetito y soportan el hambre con una constancia y resignación admirables.
Una vez levantada la mesa se trajeron los naipes y la partida se reanudó con entusiasmo. Nuestro capitán, que había pasado la noche anterior a caballo y que se proponía partir de madrugada, continuó jugando tranquilamente. La pasión del juego, le hacía olvidar la fatiga, el sueño y hasta el viaje. Fue pues a la madrugada cuando por sentir el ruido de su recado notamos que se disponía a dormir”
Por ARMANDO ABEL CAVALIERI