Felicitas Guerrero fue una joven porteña nacida en Buenos Aires durante el gobierno de Rosas, con sólo diecisiete años es “entregada” en matrimonio por conveniencia al poderoso comerciante Martín de Álzaga. Luego de ocho años Felicitas enviuda, situación que le permite empezar a tomar decisiones autónomas sobre su propia vida, cabe aclarar que en el siglo XIX y parte del XX las mujeres casadas y solteras eran asimiladas jurídicamente como menores de edad a diferencia de las viudas que obtenían ciertos derechos de emancipación. Para la sociedad del momento Felicitas desafiaba su propio destino, habitué de bailes y acreedora de una inmensa fortuna tuvo un sequito de pretendientes entre los cuales se enamoró de Samuel Sáenz Valiente. Esta vez podía decidir, no obstante Felicitas fue víctima del acoso obsesivo de Enrique Ocampo quien desde una arrogancia androcéntrica asesina con un tiro por la espalda a Felicitas Guerrero. Esta tragedia ha quedado en el imaginario popular porteño como una “historia de amor romántico” contada a través de la literatura, el cine y otros dispositivos culturales. El caso de Felicitas fue un femicidio, Ocampo la mató porque no podía “poseerla” anclado en ideas androcéntricas que asociaban (¿asocian?) el cuerpo de las mujeres como un “objeto de propiedad” y como todo objeto se puede “obtener”, “quitar”, “destruir”…en definitiva “matar”. Tomemos otro caso, Carlos Durand fue un prestigioso médico al que hoy se lo recuerda por un gran hospital en la ciudad de Buenos Aires construido con parte de la fortuna que el Doctor dejó para tal fin. Sin embargo, la historia de Carlos Durand entraña uno de los casos más perversos de violencia de género. Casado con Amalia Pelliza Pueyrredón, la condeno a una vida de encierro y miseria, lo del encierro no fue simbólico sino literal, Durand mandaba cerrar puertas y ventanas durante sus ausencias y se llevaba las llaves a modo de carcelero. Amalia logró huir y por eso salvó su vida, con la inmensa fortuna de Durand se construyó el hospital modelo, ella murió en la miseria. Pocos recuerdan esta historia y otros directamente la omiten arguyendo que fue un “gran médico que dejó toda su fortuna para los pobres”. Avancemos hacia el siglo XX, Rosa Clotilde Sabattini fue una importante militante del partido radical, profesora y pedagoga, Arturo Frondizi la designa en 1958 presidenta del Consejo Nacional de Educación, fue la primera mujer en ocupar dicho cargo. Estaba casada con el “poeta” Raúl Barón Biza de quién decide divorciarse promediando los años sesenta, Clotilde era lo que podríamos considerar una mujer moderna, instruida e independiente en términos económicos. Esta situación le resultaba intolerable al seudo poeta Baron Biza quien el dieciséis de agosto de 1964 la ataca brutalmente arrojándole ácido sulfúrico. Había logrado su cometido des-figurar a Clotilde, marcar su cuerpo y alejarla de la vida pública y social. Éste es otro caso catalogado como un “amor perturbador” contribuyendo a la fatal asociación que confunde la violencia con el amor.
Hasta hace poco tiempo no existía el concepto de violencia de género, hubo que construirlo para darle nombre y visibilizar las situaciones de maltratato, violencia y discriminación hacia las mujeres. Fue preciso demostrar que históricamente la diferencia sexual construyó estereotipos de género que naturalizaron situaciones de violencia económica, discursiva, simbólica y física. En muchas ocasiones se pretende enmascarar estas situaciones argumentando que un hombre golpeado es víctima de violencia de género, esto no es así, un hombre golpeado entraña una situación de violencia pero no es de género. Es decir los hombres no han sido víctima socio/histórica/culturalmente de un sistema de valores y creencias que los consideró durante siglos inferiores por su sexo…Hoy decimos Ni una menos…por Felicitas, por Amalia, por Clotilde y por todas las que han sido víctimas de violencia de género.
Por SANDRA MICHELÓN