HISTORIAS QUE NO NOS SABÍAN, por GINA PENELLI

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HOLA, SÍ, BIEN…

El domingo fui a visitar a una amiga que veo poco y quiero mucho. Tomé el colectivo hasta su pueblo y cuando llegué nos sentamos en la plaza a tomar mates. Charlamos un buen rato de diferentes cosas y después empezó a contarme cómo había sido su estadía en el sanatorio la última vez que estuvo internada por una operación.
Me dijo que estuvo en terapia y me habló sobre los personajes que conoció ahí dentro. Entre ellos estaba Argentina, una señora grande que había tenido algún tipo de problema neurológico y había perdido casi todo el habla y sólo podía decir Hola, sí y bien. Esas tres únicas palabras.
Mientras mi amiga me lo contaba reflexionábamos sobre eso, pensábamos en cómo su cabeza – que le había fallado – eligió esas tres palabras y no otras. Argentina no quedó diciendo no, mal y adiós. No sabe ya decir basta, andáte o qué me importa. No puede gritar no quiero o me da miedo. Ya no puede no animarse, quedó entregada a la bienvenida, a la aceptación y a sentirse mejor.
Después de eso, la tarde siguió con otras cosas y terminó con mi amiga y yo abrazándonos en la parada del colectivo mientras un sol inmenso se empezaba a esconder allá en el horizonte de la ruta.
Volví a Rosario pensando en Argentina y, mientras miraba al mundo oscureciendo por la ventanilla, repetí en voz baja y una y otra vez; hola, sí, bien.
Y así, esa magia que perdura en ella y que fue contagiándose hasta salir de la sala de terapia de un sanatorio y llegar a mí un domingo soleado en el que muevo los pies descalzos sobre el pasto, me hizo entender que, quizás, su cabeza no había fallado en absoluto.

 

Por GINA PENELLI