Un hombre de un poco más de cuarenta años vino a su primera consulta. A mi pregunta: “¿En qué lo puedo ayudar?”, respondió: “Estoy empantanado, sé que debería pensar de otra manera mis cosas para poder salir de este estado que me paraliza, pero no sé por qué continuo haciendo las mismas cosas”. Hizo una pausa, lo noté agitado, tenso; respeté su pausa y su silencio, luego me dijo: “Debería ser capaz de hacer algo, pero no puedo”. Le pregunté si el estado de angustia que lo perturbaba en ese momento lo sentía en alguna parte del cuerpo; me respondió: “Siento una fuerte presión en mi pecho que me dificulta respirar”. Le propongo que haga foco en su pecho acongojado; a continuación mediante la práctica integradora de Focusing-EMDR le surge un recuerdo de la infancia donde se veía paralizado por el miedo y la impotencia en el recreo de la escuela siendo humillado ante los demás por un chico mayor que él. ¿Cuántos de nosotros recuerda haber sido humillado en la escuela primaria? En mi infancia me pasó algo similar, sin embargo, el escudo protector de mi amada maestra me protegió de las negatividades físicas y emocionales del trauma; mientras acariciaba tiernamente mi cabeza, me decía: “Nada grave ha pasado”. Este suceso se integró en su totalidad en el resto de las redes de mi memoria sin dejarme secuelas que pongan palos en la rueda de mi vida. ¿Por qué a uno les afecta algo de manera duradera quedando alojado y oculto en el subconsciente emocional como una isla y a otros les ha pasado lo mismo pero no les impactó negativamente a lo largo del tiempo? Probablemente tuviste experiencias infantiles tempranas que sentaron las bases lo suficientemente positivas como para que no te vieras afectado de modo duradero. Suele suceder que justo después de una situación tensa y angustiosa se abre una oportunidad para que se establezca un enlace positivo que hace que el evento recorra todo el circuito neuronal sin interrupciones traumáticas y la emoción sufriente cargada por la situación se desactiva y sólo queda como un recuerdo sin importancia. También puede ocurrir que un hecho nos tome por sorpresa en un momento de nuestra infancia en el que tenemos problemas de salud, estamos padeciendo una enfermedad de las tantas que nos afectan en esa etapa o vivimos situaciones estresantes en nuestro hogar y las sufrimos en silencio desbordando nuestro sistema normal de procesamiento cerebral porque en ese momento estamos vulnerables. Vos no pediste tener esta experiencia perturbadora archivada negativamente en el hemisferio derecho de tu cerebro cuando eras un niño, ni pediste los efectos negativos que se prolongaron a lo largo de los años y que se actualizan en situaciones de adulto, entonces ocurre que cuando debes decir: “Acá estoy yo”, “éste soy yo”, no podes porque un mecanismo de freno interno te paraliza. Ser humillado es ser apartado del grupo de pertenencia, entonces nos atrapa el desamparo y éste es equivalente a no vivir, ya que la exclusión es sinónimo de desamparo potencial al cortarse en ese momento el lazo social. Muchas experiencias se conectan con ese miedo donde no hay lugar para la vida: el miedo a no ser amado, a no ser querido, a no ser aceptado; esas ideas y sentimientos nos colocan fuera del cobijo protector de la vida. ¿Los adultos estamos protegidos de esos miedos? Todos esos miedos surgen posteriormente de forma automática dejando archivada en la región límbico-emocional una experiencia sufriente que no ha cicatrizado y vuelve repetidamente en la vida adulta bajo la forma de crisis de angustia, pánico y otros padecimientos y te preguntás ¿qué es lo que me pasa, porqué eso habita en mí como algo extranjero y me controla?. Esa es la forma en que las experiencias traumáticas pueden almacenarse haciéndose presente con efectos corporales dolorosos y negativos. “Oh mi cuerpo, mi amigo y compañero/el mayor traidor que he conocido en mi vida”, reza una prosa. ¿Está todo relacionado con lo que nos ocurrió en la infancia? No. Hay sucesos que nos lastiman en cualquier momento de nuestra vida; pueden haber ocurrido incluso hace poco tiempo en nuestra adultez. Es importante destacar que si bien los recuerdos no procesados existen y suelen ser la base de estados negativos en la vida adulta, eso no es todo lo que somos: podes quitarle la carga negativa a esos recuerdos y entonces se transforman experiencias de aprendizaje de modo que la emociones y sensaciones físicas perturbadoras desaparezcan de las redes de la memoria. Cuando hablo de procesamiento quiero decir que ciertos estados de angustia, ansiedad y estrés pueden enlazarse en las redes de tu memoria con ideas y sentimientos positivos y ser cicatrizantes. Nunca es demasiado tarde. Una paciente me dijo: “He decidido vivir para mí, hasta ahora he vivido para los demás, ¿Y yo para cuándo?”. El método Focusing-EMDR ayuda a recorrer todo el circuito de la memoria que abarca un hecho traumático limpiándole la angustia y los efectos corporales negativos. En nuestro cerebro se encuentra el libro de la vida, abrilo, recorrelo, atesoralo. Un antiguo proverbio dice: “Aunque no puedas disipar la oscuridad, sí puedes encender la luz”.
Por RAÚL LEANI