Tumulto. Gritos. Odio. Cantos. Tristeza. Amor infinito, capaz de cualquier tipo de inmolación en su nombre. Bronca. Puteadas. Desacuerdo.
Todo, menos la indiferencia.
Todo esto no es nuevo alrededor de él.
No lo fue durante sus sesenta mil años de vida. No lo es hoy, que hace un día que se hizo más inmortal de lo que era.
El Diego. Así, con el artículo, porque hace rato ese sintagma dejó de ser un nombre.
Sintagma: Palabra o grupo de palabras que constituyen una unidad sintáctica y que cumplen una función determinada con respecto a otras palabras de la oración.
Diego Armando Maradona, el Pelusa de Fiorito, soñó como solo pueden soñar los pibitos que saben que la panza duele cuando está vacía: con un hambre que nada ni nadie saciará jamás. Quizás, la gloria. Un rato. Quizás, el aplauso, las reverencias, la casa para la vieja, los amores, una raya, mil rayas. Un rato.
Diego Armando Maradona, el Pelusa de Fiorito, le puso el cuerpo a «El Diego» y cumplió todas las todas las funciones determinadas de todas las palabras por sesenta años. Sesenta mil años. Sesenta mil vidas.
Así, encarnado en ese diablo bendito, anduvo al mismo tiempo por glorias y sombras.
Y no se conformó: adentro del sintagma metió a un pueblo y, en ese pueblo, a todas sus contradicciones.
Así, adentro de él, ese pueblo voló sin alas hasta los cielos imposibles. Sus proezas se cantaron como la épica de un ejército de millones de almas; ese mismo que supo caber en una sola pierna izquierda.
La suya.
En una sola mano izquierda.
La suya.
La del dios profano, ídolo con pies de oro y todo el barro encima, capaz de una poesía tan bella como incontenible en su cuerpo humano. Capaz, también, de saber que se equivocaba. Y equivocarse igual.
Así, desbordó hasta la desmesura, la misma con la que desborda ahora ese montón de parias que se quedaron solos adentro de algo que aman u odian. Porque los que odian también están ahí adentro, mal que les pese. A muchos les habrá pasado lo mismo: ¿Argentina?: ¡Maradona!
Y habrán querido explicar que no, que hay mejores, que el futbolista pero no la persona.
Pero ya sabemos: así son los símbolos.
Diego Armando Maradona, el Pelusa de Fiorito, se ha ido.
El Diego no, jamás.
Por MARÍA FERNANDA TRÉBOL – Licenciada en Comunicación Social