- Abuelo, ¿qué era en tu tiempo eso que llamaban Facebook ?
- Ahhh, mi niño curioso, Facebook era… cómo explicarte… como una plaza, pero una plaza de mentiritas. Ahí todos nos encontrábamos con nuestras ideas, nuestros pareceres, estaba el que llevaba sus gustos musicales, el que se creía escritor y escribía malas poesías, el que daba consejos que nadie le pedía. Estaba el que se ocupaba de la moda, alguna loca por los zapatos, el peleador, el indiferente, el que todo le caía bien y le gustaba. El que nunca se sabía si algo le gustaba, porque si no era mudo lo parecía. Se jugaba, se lloraban lágrimas de palabras, se expresaban emociones con caritas, se discutía, se cortejaba. Era… ¿cómo decirte? Era más que una plaza ficticia, era un mundo adentro del mundo.
- Abuelo…¡no entiendo! ¿Para qué habían creado un mundo si había ya otro?
– Bonito del nonno, sos muy inteligente. Pasaba que no todos lograban vivir en el mundo de verdad. Eso sería un tema largo que el abuelo podría explicarte en otra caminata. Eso sí, te aseguro que todos se creaban un propio mundito personal, que más o menos amaban, sentados en una silla. Paseaban, paseábamos, chiquito, sentados muchas horas. Soñábamos con los ojos abiertos hasta que los monitores, que se llamaban así, nos ponían los ojos rojos y nos acordábamos de cerrarlos.
- Abuelo, abuelito… ¡tampoco entiendo! ¿Tenían problemas en las piernas? ¿Por qué soñaban sentados?
- No, no, no teníamos ninguna enfermedad, al menos al principio. Teníamos sueños, ganas o inquietudes en la cabeza pero eran, éramos un poco cómodos, otro cobardes. Llegábamos a la puerta a veces y los sueños se desvanecían. Y entonces no queríamos salir de esa plaza, era atractiva como un espejismo, ¿sabés que son los espejismos ?
- No abuelo, me tenés que contar qué son. Ahora quiero saber por qué no existe más esa cosa que se llamaba Facebook.
- Es que un día todos nos levantamos de las sillas y decidimos caminar.
– ¿Dónde fueron entonces, abuelo ?
- Entonces volvimos como en otras épocas a encontrarnos en plazas de verdad, afuera, donde los sueños se hacen realidad y las historias, con suerte, tienen finales felices.
Por MARÍA ROSA INFANTE