REFLEXIONES SOBRE EL DÍA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Existió… ¿existe?… una ceguera histórica/cultural que se enmascara de estereotipos para apaciguar las incomodidades que provoca la humana condición de lo diverso. A lo largo de la historia se construyeron racionalidades excluyentes que articularon en un mismo movimiento lógicas de inclusión/exclusión. La definición de lo humano quedó circunscrita a circuitos de poder que establecieron categorías desde el color de la piel, el sexo, las religiones, las ideas políticas.
La lucha por los Derechos Humanos no es más que el insistente y necesario reclamo de ver en el otro/a su humanidad. Basta dar una mirada hacia el pasado para recordar la necedad de tiempos en donde lo blanco se instituyó como el color del poder, el racismo tuvo sus teóricos para justificar el tráfico de personas tomadas en condición de esclavos/as y durante siglos la “civilización” construyó a los/as otros/as plausibles de esclavizar.
Durante la Revolución Francesa y en el mismo momento en que se declaraba los Derechos universales del hombre y el ciudadano, cientos de mujeres fueron guillotinadas por reclamar también para ellas “libertad, igualdad y fraternidad”, no obstante el sexo fue un lugar de anudamiento político que excluyó a las mujeres de los más básicos derechos civiles, sociales y políticos. Con la “cruz y con la espada” se cometieron los más aberrantes crímenes históricos y hubieron muchos/as otros/as “convertidos/as” en demonios: brujas, paganos, indios y marranos. Hubieron también los/as otros/as sub-versivos, aquellos/as que creyeron en diferentes versiones de mundos posibles…
Los estereotipos construyen lo “Uno” entendido como único en universal, de esta forma se construye en detrimento a lo “otro”, las “minorías”, “los/as diferentes” y se vuelve necesario romper la imagen que devuelve el falso espejismo del “Uno” para construir un nosotros/as que nos devuelva lo multiverso de nuestra humanidad para afirmar junto al Subcomandante Marcos: “Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú”.
Por SANDRA MICHELÓN – Profesora de Historia