LA TIERRA
La pienso ahora,
como un tapiz antiguo, entretejido
con hilachas de tigre y de pájaros
anudados con líquenes y lirios,
entramados en oro y alabastro.
Desgarrado tapiz,
desdibujados por los dedos del viento
y vuelto a armar con hilos infinitos
y retazos de hombres y de dioses
en un telar de siglos.
Sin embargo,
la piso sin pensar, mientras camino
sobre su cuerpo de matrona tendida
en un lecho tallado en piedra y polvo
y perforo su vientre percudido
por diluvios y soles implacables
para hundirle raíces como clavos
y arrebatarle pétalos de nácar,
mientras ella, tendida,
trabaja sus incesantes partos.
Por MARÍA ESTHER MIRAD