SEÑORA DE OJOS VENDADOS…

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La Justicia, como imagen ideal, se representa desde siempre en la historia de los tiempos con la imagen de una mujer con sus ojos vendados, una balanza en una de sus manos y una espada en la otra.

Cada elemento tiene su simbolismo. La balanza, relaciona el equilibrio, dar a cada quien lo que le corresponda. La espada, el poder insoslayable de su fortaleza. Los ojos vendados, juzgar por igual a todos, sin que importe lo qué es o lo que tiene cada uno.

Esto en la imagen teórica y simbólica de la Justicia.

En la práctica, la Justicia lejos está de ser esa imagen de perfectos simbolismos, se relaciona con la administración de Justicia, estructura conformada por hombres de carne y hueso no exentos de errores y pecados.

La Justicia perfecta, la ideal, la simbólica, siempre llega a tiempo. A su debido tiempo. Aunque no lleve un reloj de arena en su imagen. Nunca llega tarde. Quizá en la balanza se comprenda este concepto: el equilibrio de destempla con la lentitud y la tardanza.

No ocurre lo mismo con la Justicia encarnada en la cotidianeidad de jueces, abogados y pasillos de Juzgados. Esa es por lo general lenta. Abundan los ejemplos.

Además, esa Justicia “humana”, en muchos casos posee una espada desafilada, una balanza mal ecualizada y una venda a medias que la hace espiar de soslayo quién es quién a la hora de juzgar.

La vida y muerte de Eugenio Segundo Zitelli se relaciona con los defectos de la Justicia de los hombres.

Procesado por hechos gravísimos relacionados con delitos de lesa humanidad, acusado de participar de sesiones de tortura a detenidos y de ocultar información, todo dentro de la llamada “Causa Feced”, no pudo ser juzgado como en derecho correspondía. El inicio de su juicio –hubiese sido el primero en realizarse en Santa Fe a un representante de la Iglesia por este tipo de delitos- se postergó varias veces, bajo distintos argumentos.

Es decir: Zitelli murió sin ser juzgado. Y esto significa lo que significa: no pudo ser juzgado. Dicho de otro modo, Zitelli ni siquiera se sentó en el banquillo de los acusados. Al decir de una abogada querellante en la causa, perteneciente a una organización de Derechos Humanos, no pudo ser sometido a un debido proceso.

Hay quienes creemos en la Justicia Divina, la que más allá de la Justicia de los hombres e incluso más allá de la imagen ideal, dará en su momento a cada uno lo que le corresponda. De todos modos, no deja de ser una creencia. O casi una expresión de deseos. Si hasta el mismo Papa Francisco manifestó por estos días de Semana Santa que el Infierno no existe…

Pero exista o no la rendición de cuentas a la hora de abandonar este mundo, no corresponde “en justicia” esperar eso.

Debe ser la Justicia terrenal, la de aquí y ahora, la que actúe con la celeridad necesaria, sin lentitudes que la conviertan en No Justicia, sin privilegios que le corran la venda de los ojos, sin contemplaciones que desequilibren la balanza y sin poderes de ningún tipo que hagan inofensiva su espada.

De lo contrario, la venda cercenada sólo servirá para enjugar las lágrimas de la República.