Una de las inquietudes que expresan cada vez más cantidad de personas es su intensa hambre de espiritualidad. Esto va más allá de lo religioso. Como se vive actualmente hay quienes sienten que postergan lo más esencial de su condición de persona. Es evidente que una parte de la población ha pasado el umbral de una vida tolerable; padecen trastornos del sueño e insomnio y otros tipos de problemas ansiógenos psíquicos y somáticos. Consecuencia: el ciclo ultradiano natural está alterado. Es necesario retomar esa valiosa experiencia de la vida humana: el hacer un compás de espera para pensar, meditar sobre el sí mismo. Experimentar la espera razonada de una manera nueva significa lograr un tolerable nivel de tensión sin uso de ansiolíticos (o en la menor dosis posible). Con esa actitud, tomarás conciencia que los cambios por venir te hablan más, mucho más de la vida. Observá todo lo que se manifiesta en esta naciente primavera; hay signos que indican que la naturaleza se prepara para un nuevo ciclo. ¡Qué diferente somos los seres humanos!, nosotros no respetamos nuestro ciclo ultradiano, tendemos a considerar la espera como un obstáculo en nuestro camino, o la sentimos como una molestia. Y, ¿qué hacemos?, tratamos de quitar el obstáculo o tolerar la molestia. En esta época, una espera aceptada, meditada parece ser una rareza. Sin embargo, es una oportunidad para detenerse a pensar a medida que uno se prepara para el futuro. ¿Por qué no dejar el pasado atrás con sus nostalgias, resentimientos y desilusiones? ¿Por qué no permitirse vivir el presente con menos ansiedad, más expectativas y confianza? Me inclino a creer que cualquier nuevo comienzo dará sus frutos. A veces la cosecha es una experiencia de alegría, o quizás una nueva y enriquecedora lección acerca de la vida. En otras, necesitamos que una persona nos dé una pincelada de vitalidad y entusiasmo que convertirá el tiempo muerto de una espera incierta en una naciente esperanza. Hay momentos que estamos alejados de lo más profundo de nuestro rico interior, de nuestros talentos y potencialidades; incluso sería necesario los mimos de la persona amada para devolvernos al camino de la vida nueva, esta es una puerta por la cual podemos entrar y apreciar cosas que estaban postergadas en nosotros. El miedo puede ser transformado, el dolor soportarse de otro modo si éstos se transforman en un escalón hacia una vida mejor. Puede, incluso, suceder una paradoja (y ocurre con más con más frecuencia de lo que imaginamos) que la desesperación prepara el camino a la esperanza. Viktor Frankl, psiquiatra judío, quien fue prisionero en Auschwitz, cuenta en su libro “El hombre en busca de sentido”, que cuando se asomaba por los muros de la prisión hacia el cielo gris y el paisaje invernal, su alma se oscurecía. Pero un día observó que una luz se encendía en una granja lejana, esa luz iluminó el cielo cercano a la casa. Algo se agitó en el alma de Frankl; recordó la frase bíblica “una luz brilló en la oscuridad”, y para él fue un símbolo de esperanza, una luz esperanzadora que había ingresado en su vida. Pienso que Frankl, a pesar en las condiciones infrahumanas en las que vivía, en ese preciso instante, tomó nuevamente conciencia que él pertenecía a la raza humana. En la puerta de la heladera de algunos de mis pacientes, está pegado un imán que dice: “En la noche más oscura se ven las estrellas”. Lo hice para ellos (y para mí). Hoy, cuando parece difícil detener nuestro trajinar diario, necesitamos una nueva visión y una nueva experiencia de espera meditada. A veces estamos cansados, exhaustos, pero algo en nuestro interior reclama una tregua, es un escondido anhelo por renovadas vivencias para reencontrarnos con nuestra paz interior desatendida y olvidada. Optar por un espacio de reflexión conciente, razonado, meditado es tiempo ganado; es lo edificante y constructivo que nos conduce a salir de situaciones que parecían sin salida, entonces, la puerta se abre. Para eso es necesario un espacio de reflexión integradora donde está presente también la pausa, el silencio; el método integrador Focusing lo hace posible. Hay una mejoría notable cuando nos damos tiempo para que la natural maduración de los procesos se hagan realidad en lugar de imponerles nuestros apuros y ansiedades. “Lo he aprendido: para todas las cosas existe un momento”, me decía reconfortado un paciente. Hagamos lugar para el humor, el disfrute, el entusiasmo, la aceptación y, por sobre todo, la esperanza. Vivimos por obra de la confianza y de la esperanza. Que nuestra valiosa interioridad no sea un terreno baldío. Sostener una actitud positiva es el “modus vivendi” espiritual más poderoso que nos podamos imaginar. Pregunta: Y vos, ¿para cuándo? ¿Qué parte tuya está desatendida?