¿Sabes? Me habías gustado de verdad, sí, con el paso de los días te tornabas más interesante, más diferente a “los demás”. Sobre todo porque no esperaba ni buscaba nada de eso que me encontré en todo vos con tu memoria detallista, con tu respeto y tu atención, quizás justamente porque esto no era parte de lo (para mí) “habitual”.
Nuestras charlas eran la compañía perfecta en medio de una pandemia: risas, seriedad, sincericidios, la preocupación por el otro y los deseos de compartir algún día algo más que palabras marcadas por la distancia. Porque yo lo deseaba, de verdad que lo deseaba.
Y no te juzgo, no te increpo, no te reclamo ni te pido una respuesta, porque, sinceramente, ya no la espero. Simplemente necesitaba soltar, soltar todas esas expectativas(segura y solamente mías) que algún día puse en vos.
Soltarlo, decirlo, escupirlo, para cortarlo, para cerrarlo.
Decirte lo que me pasó por dentro de la cabeza, en la ilusión que se generó en esa conexión que compartimos en algún momento, en algún instante que se hizo intenso.
En un principio, antes de que te “alejaras”, pensé en decirte todo esto pero sentía que al hacerlo estaría interrumpiendo tus tiempos, lo que no me dí cuenta es que callándolo estaba interrumpiendo los propios.
Y necesitaba también darte las gracias por los lindos momentos que formaron parte de ese entonces, de ese corto pero existente nexo.