Hace sesenta y ocho años salía a la calle, como para siempre, un vehículo sencillo, uno de esos hecho para todo uso: un «torito», lo aseguro yo que viví el tiempo de su nacimiento. Ocurrió en Córdoba en mil novecientos cincuenta y dos. La ciudad y el campo lo probaron y empezaron a usarlo.
Era bueno… era argentino.
– No gasta nada -se explayaba el propietario aconsejando al futuro comprador-, Funciona a diésel. ¿Querés algo más barato?
Una carrocería consolidada con los clásicos parantes de madera en la caja y un ruido en la marcha del motor, tan particular que lo hacía reconocible dónde anduviera.
«La economía viene mal en este país desde hace setenta años». Palabras de algunos sabios que todavía siguen diciendo que las cosas se solucionan de manera diferente. ¡Allá ellos!!!
La semana pasada lo volví a ver, cómo tantas veces. Lo estaba usando un cartonero. Lo dejó andando mientras lo cargaba. De puro curioso le pregunté haciéndome el tonto:
– ¿Todavía anda?
No me contestó. Terminó de echarle los últimos cartones a la caja y después me dijo:
-Y lo que va a andar. Yo trabajé en la fábrica donde los hacían en los años 52, 53, 54, 55 y parte del 56, cuando ya no estaba el General. Después nos quedamos sin trabajo, ´envés´ se fundieron todas las matrices que lo recordaban.
El hombre más allá de octogenario, subió al «RASTROJERO», cruzó la calle Buenos Aires y desapareció.
Por ARMANDO ABEL CAVALIERI.