VIGILIA DE VIERNES SANTO

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Noche con luna clara, cuando logra asomar, porfiada.

La víspera de otro Viernes Santo, uno más, que invita a la reflexión, a la introspección, quisiera que invitara menos a las maratones de cocina, pero no puedo evitarlo, caigo en la tentación. Uno se aprovisiona de aquello que más ama. Yo, cocino, escribo, platos, palabras. Entre perros que se me echan a los pies, me piden paseo, me besan efusivamente o con disimulo, me gritan sus ladridos a la hora de comer.

Noche con una luna clara, en este exacto momento, el viento sopla y en esta torre urbana parece un lamento espectral, pero me gusta.

Pienso, pienso, qué quiero, qué no. Y me contesto que lo que más quisiera, además de lo obvio, la salud y el bienestar de mis amados, es un puñado de cositas inmateriales.

No perder el sentido de la maravilla. No dejar de asombrarme para bien o para mal. Seguir sintiéndome tan nena a veces que cuando el espejo me recuerda mi edad, me pregunto… cuándo y cómo ? Pero no me entristece, al contrario.

Espero no saciarme del conocimiento que pueda alcanzar en esta vida. No quiero nunca sentir que es suficiente.

Quiero la curiosidad, la inquietud, la ansiedad, la adrenalina.

No quiero dar por sentado ningún día, ni siquiera un respiro, porque en este último tiempo pude ver cuán efímera es la vida.

Quiero que cada vez me importe menos aquello que piensen de mí quienes no me aman y que cada vez me importe más la opinión de aquellos que sí.

Quiero poder disfrutar sin culpas lo que me ha sido dado y no perder la responsabilidad sobre esos dones.

Deseo tener la humildad de agradecer, agradecer, agradecer como me decía el viejo y de sonreír, sonreír, sonreír aún en los momentos difíciles como hacía la vieja.

Quiero afirmarme en la certeza de que soy, como todos, única e irrepetible. Y a la vez, saber de mi pequeñez. Como cuando me paro frente a las montañas que amo.

Esperar siempre. Aún desesperando. No darme por vencida. Arriesgar si hiciera falta. Salir de mi lugar cómodo para probar otra realidad, de vez en cuando.

Que no me importe elegir el camino más largo si considero que vale la pena.

Que no me seque, por Dios, que no me seque. Que mi alma siga floreciendo hasta que Dios o el destino digan basta.

Que pueda dejar un buen recuerdo en mis hijos.

Que sea capaz de cambiar un poquito, solamente un poquito, este mundo, para mejor, con alguna de mis acciones.

Que la mezquindad de sentimientos no me alcance jamás.

Que no conozca los dos pecados capitales que no conozco, ya que los otros sí.

Que pueda amar hasta el final y aún después.

Que no se me arrugue el corazón aunque sea mi cuerpo un pergamino.

Que pueda conservar un alma que vuele, aunque el tiempo o las circunstancias me gasten las alas.

Amén a la luna clara, en el mar nocturno.

Navegando con un viento soberbio, velando este Viernes Santo.

Así sea.