Y en la apocalíptica curva de su cintura, perdió el hombre su cordura y su fe.
Era de frágiles pétalos su piel..
Era de hondos suspiros su atardecer..
Tan indómita su esencia, como inquebrantable su espíritu.
Alma inquieta
Alma libre
Y se confundió con sus colores el muy daltónico y la pintó en blanco y negro, en tonos opacos y grises, queriéndola sin luz…
Y osó distraerse en la conquista, cuando ella más lo necesitaba, suponiendo que era suya y pensándola sumisa, despertó su rebeldía, logrando que quisiera más que nunca, recobrar su libertad.
Y él creyó tenerla para siempre en su altar, cuando ella solo decidió saltar.
Y lo invadió la incertidumbre y la desazón.
Y volvió a fugarse de su vida, para traerla nuevamente a sus brazos. Y excavó en sus recuerdos y la tuvo una vez más, solo en sus sueños, para no olvidarla ya.
Incrédula y desconfiada, no quiso ceder más..
Se perdió en sus utopías..
Se quedó con la fantasía colgando de sus huesos y con las ganas, escurriéndose entre los dedos.
Pero no se doblegó, no era un amor para ella y lo dejó libre, entre los miles de cielos que albergaron sus deseos.
Se dejó arrastrar por un vendaval de emociones, viajando entre las nubes, buscando ese rincón del paraíso, en el que puede ser ella, donde el corazón late brioso y su cuerpo, plagado de caricias, esas caricias que supieron lamer sus heridas, le devolvieron la calma, el tiempo y las ansias de amar.
Por AMPARO LECCESE – Escritora