VISCERAL MENTE
No te culpo por el desequilibrio que me ocasionan tus miradas, ni por la fragilidad de mis sentidos al percibir tu cercanía. .
No te culpo por el caos que me genera tu voz cuando me nombras, ni por el desorden que se apodera de mi vientre, cuando delineas mi silueta con tus solícitas manos.
Es imposible no pensar en morderle la comisura de los labios, a cada pedazo de tu cielo, cuando me eternizo en esa boca envenenada de delirio.
No te culpo por hacer tambalear mis emociones, ni por el dulce insomnio con el que perturbas mi sueño.
Es ese diluvio que me abraza el alma, cada vez que tu calma invade mis disturbios.
Cómo hacerte responsable de este vértice que esparce por doquier, retales de pasión, deshaciendo los esbozos de mi volátil cordura, con cada roce de tus manos desafiando mis instintos.
Me niego a desatar los nudos que me lían a este laberinto colmado de intenciones, las tuyas y las mías, desperdigadas por el suelo, cuando la ropa estorba y es la piel la que domina.
No te culpo, no… aunque seas el artífice de esta dependencia que me asfixia, del infierno que me espera y de cada palabra tuya que hace eco en mis oídos.
Es una tromba que me eleva y me arroja al fuego de tus brazos, sin parpadeos, con la voracidad de las bestias, desgarrándome el deseo.
No te culpo por dejarme sin aliento, ni por lo absurdo de mis despeinados cabellos, después de tus poesías derramándose en mi cuerpo.
Son tus relojes los que marcan mis tiempos y tus pausas las que atraviesan mi agónica impaciencia, en ese espacio en el que sólo ansío, que sostengas mi espalda apretada a tu pecho y todos tus besos resbalando por mi cuello.
No te culpo, aunque sea yo el blanco de tus flechas y vos quien me arrebate la victoria, condenándome a perderme en tus ojos de mar que me ahogan, en la más exquisita agitación, en ese férvido instante en que llegamos a la cima, Amor mío, absolviendo los pecados de toda la humanidad…
Por AMPARO LECCESE, Escritora
