En nuestra nota de tapa del pasado 11 de mayo, bajo el titular de “Vivir en Peligro”, abordamos el tema de casos de acosos y abusos sexuales en Casilda. Invitamos a quienes lo deseen, a releer ese artículo, que pueden encontrar en la categoría “Nota de Tapa” de nuestro medio.
Hacíamos referencia en esa publicación, a casos padecidos por mujeres en nuestra Ciudad, abordadas en la vía pública, y víctimas de acoso, tocamientos y amenazas, Poníamos especial énfasis en un caso que tomó estado público por la valiente decisión de su protagonista, una joven que milagrosamente pudo escapar de un hombre que en la zona de Villada y Lisandro de la Torre la empujó contra la pared y comenzó a manosearla.
En esa oportunidad, concluíamos la nota de la siguiente manera:
“Son ya varios los hechos denunciados por situaciones vividas en la calle, y también muchos los que tienen que ver con situaciones dadas en ámbitos familiares o de entornos cercanos. Seguramente son muchos más los que no son denunciados ya que otro común denominador es el miedo, la humillación, la vergüenza que sienten las mujeres víctimas de estos hechos y las paraliza a la hora de denunciar y aún de hablar.
Los medios de comunicación tenemos la obligación de ser prudentes a la hora de hacer públicos determinados hechos. De todos modos, y sin perjuicio de lo anterior, el silencio no hace más que amparar a quienes se creen con derecho a someter a una mujer, de la forma que sea concretado ese sometimiento.
Por parte de las víctimas, hablar, denunciar, buscar ayuda, son herramientas que pueden servir para evitar nuevos sucesos.
Hacer públicos esos sucesos, dentro de lo que se pueda y con la prudencia mencionada, una manera de intentar frenar tanta locura”.
Lamentablemente, apenas trascurrieron pocos días hasta que se produjo un hecho de aguda gravedad. Una violación en la vía pública, y en la Ciudad de Casilda. Si bien existieron casos de violaciones intra muros, que haya sido en plena calle lo convierte en inédito, al menos con estas características. Un episodio aberrante, que por un lado nunca pensamos íbamos a vivenciar en nuestra localidad, y por otro, era algo así como un desenlace anunciado, habida cuenta de esos otros episodios anteriores, menores en comparación pero también graves.
El hecho se produjo entre las 01.30 y las 02.00 de la madrugada del viernes, cuando una joven de 22 años caminaba rumbo a su domicilio luego de cumplir con su horario de trabajo. En la zona de calle San Luis entre Mitre y San Martín, la mujer fue abordada por un hombre que circulaba en bicicleta, aparentemente siguiéndola. El sujeto la obligó a ingresar en una obra en construcción del lugar, amenazándola con un elemento punzante o arma blanca, la sometió sexualmente y se marchó. La joven llegó como pudo hasta su casa, impuso a su familia del hecho, y radicó la denuncia ante la Unidad Regional IV.
Luego de prestar declaración, la mujer fue trasladada con asistencia de la Comisaría de la Mujer de Casilda a la Ciudad de Rosario para diversos peritajes forenses. La División Policía Científica realizó tareas en el lugar del hecho, y el viernes por la tarde la víctima amplió su declaración ante el Ministerio Público de la Acusación.
El deleznable episodio causó una lógica conmoción en la población. Delitos que considerábamos ajenos a nuestra realidad social hasta no hace mucho tiempo atrás, propios de las noticias que nos llegan por los medios de alcance nacional ocurridos en grandes urbes, los vemos concretados entre nosotros. Más allá que como apuntábamos más arriba, era un desenlace desgraciadamente previsible.
En la misma tarde del viernes, el autor de este artículo realizó una de las notas más difíciles que recuerde de todos los años en los que hace radio. El padre de lo joven sintió necesidad de hablar, de hacer públicas sus sensaciones, de advertir. Quebrado por el llanto, Walter Britos manifestaba:
“Estamos atravesando un momento muy difícil. Pero quise salir a hablar públicamente, después de acordarlo con mi hija. Para advertir. Para advertir a todos que ahí afuera hay muchos locos sueltos. Cuando uno escucha estos casos, cuando le pasa a otros, uno lo siente en el alma. Pero cuando le toca a alguien de la familia, a un ser tan preciado como una hija, cuesta entenderlo, no se puede digerir, la impotencia que se siente es indescriptible”.
“Por eso, tenemos que tener mucho cuidado. En cualquier hora del día o de la noche, nadie está exento que esto le suceda. Yo creo que no es posible que haya un policía o un patrullero en cada esquina. Pero creo que la Justicia debe cambiar algunas cuestiones. No es posible que un delincuente entre y salga, que no cumplan sus condenas, que sean dejados en libertad al poco tiempo para que vuelvan a delinquir”.
“No queremos entorpecer la investigación, queremos ser cuidadosos. Hoy mi hija aportó todos los datos que pudo”. Después de describir el episodio tal como se detalla más arriba, en cuanto a horarios, lugar y circunstancias, con el agregado que el sujeto tenía el rostro cubierto con una capucha, el hombre, visible y lógicamente afectado, agregó: “Nadie escuchó nada. Tenemos la esperanza que lo encuentren. Si bien en esa zona no hay cámaras, si se trasladó en bicicleta y encapuchado es probable que en algún sector de la ciudad lo hayan registrado. Con los datos aportados, en cuanto a contextura física y características del rodado, esperamos se lo atrape”. Una afirmación erizó la piel: “¿Y si además de lo que le hizo la hubiera agredido de otra manera? Podríamos haber encontrado en cuerpo sin vida en esa obra en construcción”.
“Mi hija está bien, dentro de lo que le tocó vivir. La estamos rodeando con mucho amor, con mucha contención, y tenemos esa misma contención de parte de la Comisaría de la Mujer, que se han portado extraordinariamente. Agradecemos a todos los que se han solidarizado y puesto a disposición, el Intendente, Concejales, muchísimas personas. Repito, tengan cuidado. Por eso quería hablar públicamente, más que nada: en este tiempo, a cualquiera le puede pasar un hecho tan tremendo”.
El contestador de la radio estallaba en mensajes de la gente. Traducidos en un profundo enojo y malestar, hacia quienes deben cuidarnos y no lo hacen. En el marcado sentimiento de vulnerabilidad en el que todos estamos inmersos. En el concreto pedido de justicia.
Dentro de la agudeza del caso, la reacción de la ciudadanía es saludable: permanecer indiferentes, naturalizar lo extraordinario, acostumbrarnos o resignarnos, es lo peor que podría pasarnos.
Nos queda flotando una pregunta, entre otras: en los hechos de acoso ya denunciados, ¿se trató de dar con los autores? ¿Se los buscó como correspondía? El autor del hecho del viernes, ¿no podrá ser el mismo que en intentos anteriores no logró su propósito y finalmente lo consumó? No tenemos respuestas a esos interrogantes, al menos por ahora.
Sobre el final de la nota de tapa del 11 de mayo, decíamos:
“Guardar silencio o hacernos los distraídos, y esto compete a toda la comunidad –autoridades políticas, judiciales, policiales, y entidades y ciudadanos- son maneras de ser cómplices de hechos y episodios que ya han llevado a las mujeres a sentir que viven en un estado de peligro permanente. Demasiado peso para ellas. Demasiado injusto para todos”.
Hoy, sobre los hechos desgraciadamente consumados, agregamos: Demasiado grave para que nos pase.
Y nos pasó.
Por GUILLERMO MONCLÚS