No conocemos lo absoluto, es decir, todo aquello que no podemos comprobar mediante los sentidos, pero no descartamos tener una especie de “contacto” con ello. Este contacto se da en la conciencia moral, es decir, en la conciencia del bien y del mal, de lo justo, de lo injusto, de lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer. Todos hacemos discriminaciones de orden ético y nos atrevemos a afirmar que la conciencia moral es la conciencia del deber, ejemplo: -“Hago esto porque me permite congraciarme con Pedro”, esto no es conciencia moral; esto es un acto de conveniencia. La conciencia moral en cambio es la que dice: -“Debo hacer tal o cual cosa porque es mi deber hacerlo”. Un amigo mío, no cruza la calle si no se lo autoriza el semáforo, así no pase ningún auto y lo hace en las esquinas y no por la mitad de la calle. “-No me interesa lo que hagan los demás- argumenta- yo soy quien debo hacerlo, pero no porque me vaya a dar alguna satisfacción o me granjee algunos amigos o fortuna, sino tan sólo porque es mi deber”. La voluntad es la facultad humana que mueve hacer o no hacer una cosa, pero la diferencia se halla en la “buena voluntad”. ¿Qué significa esto? El dinero, por ejemplo, es bueno; puede servir para comprar libros o para hacer un viaje, pero también puede servir para sobornar a un funcionario. El dinero es bueno no de modo absoluto, sino relativo. Dependerá de cómo se lo emplee. La inteligencia es también buena, según se la utilice. Sirve para aprender mejor lo que se estudia, para desempeñarse mejor en cualquier ocupación, pero si se la usa para planear el robo de un banco, no es buena. ¿Quién puede negar que Hitler no fuera un hombre inteligentísimo? Sólo la buena voluntad es absolutamente buena. Porque es buena en sí misma. Cuento tres casos: N° 1: Supóngase que una persona se está ahogando en el río; trato de salvarla, hago todo lo posible, pero no lo logro y se ahoga. N° 2: Una persona se está ahogando en el río, trato de salvarla y finalmente, la salvo. N°3: Una persona se está ahogando en el río; yo, por casualidad, pescando con una gran red, sin darme cuenta, la saco, y la salvo. En el primer caso, no se logra¸ en los otros dos, sí. El tercer caso, no tiene ningún valor moral, porque ello ocurrió sin que yo tuviera la intención o voluntad de realizarlo. Es moralmente indiferente: ni bueno ni malo. Los otros dos, en cambio, son actos de la buena voluntad, aunque en el primer caso no se haya logrado realizar y en el segundo sí, tienen el mismo valor. Ahora bien, el deber no es más que la buena voluntad. Supóngase una vez más que alguien se está ahogando, pero se trata de una persona a quien debo dinero y entonces dejo que se ahogue. He obrado por inclinación y mi inclinación es aquí mi deseo de no desprenderme del dinero, es mi avaricia. Es un acto contrario al deber. Ahora quien se está ahogando en el río es alguien que me debe dinero a mí y si muere nunca podré recuperar lo que me debe, entonces me arrojo al agua y lo salvo. En la realidad no tendría ningún interés en salvar a esa persona, lo hago porque se trata de un “medio” para recuperar lo que me debe. Este es un acto de acuerdo con el deber. Supóngase ahora que quien se está ahogando y trato de salvar es alguien a quien amo, pero como lo que me lleva a ejecutarlo es el amor, es por eso solamente que voy a intentar salvarlo. Este es un acto moralmente neutro. Quien ahora se está ahogando es alguien a quien no conozco en absoluto, ni me debe dinero, ni lo amo, imaginemos que se tratase de un aborrecido enemigo y que mi inclinación es la de desear su muerte. Sin embargo el deber me dice que debo salvarlo. Este último es un acto verdaderamente bueno, puesto que es el único realizado por deber. En todo esto tiene mucho que ver el filósofo Kant. Schiller, también filósofo y poeta se burlaba de estas teorías y cuenta que un discípulo habla con su maestro de ética y le dice que ayuda a sus amigos, pero como son amigos, esa ayuda él la realiza con gusto, con inclinación y entonces le remuerde la conciencia pensando que quizás él no sea virtuoso puesto que en su actitud hay inclinación y no deber solamente. El maestro le contesta que entonces debe esforzarse por odiarlos, y luego cumplir con el deber. Esto me lleva a pensar sobre un caso bíblico. ¿Por qué Dios le pide a Moisés que suba al monte y muestre a su pueblo las tablas con los Diez Mandamientos? “No matarás “No robarás, etc.etc.etc. Es Dios. Tiene todo el poder, pero jamás usó el castigo como fundamento para que se cumplan ¿Por qué? Porque le corresponde al hombre cumplirlas y hacerlas cumplir. Por lo tanto nos hizo libres. Somos dueños de comportarnos según nos convenga. Ahora: si nos hacemos los tontos y desconocemos lo que dice La Gran Ley ¿qué nos pasará?
Un curioso argumento de Pascal es el conocido como el del apostador: Dios existe o no existe y si debemos necesariamente apostar a favor o en contra de Él:
Si apuesto a favor y Dios es – ganancia infinita –
Si apuesto a favor y Dios no es – ninguna pérdida –
Si apuesto en contra y Dios es – pérdida infinita –
Si apuesto en contra y Dios no es – ni pérdida ni ganancia-
¿Programaste tu año incluyendo en él las cosas buenas que te interesaría hacer? Si lo hiciste, tendrás respuestas favorables.
¿No programaste tu año? ¡Entonces… cuidado! El destino lo va a hacer por vos.