LA MEMORIA COMO POSIBILIDAD DE RESIGNIFICACIÓN

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Suele suceder que las cosas, los hechos, las personas cambiamos… constantemente. Que no nos percatemos de esto, es otro tema. Estas modificaciones, ¿sólo suceden o tenemos el derecho de decir que somos co-autores? Creo y sostengo la segunda posibilidad, y expreso co-autores y no autores por sí solo porque una pizca de casualidad nunca está de más.

Creemos ver ante nuestros ojos las cosas tal y como suceden, o al menos eso nos hacen creer. Pero cuando prestamos un poco de atención, podemos dar cuenta de que muchas veces lo que sucede es por alguna razón.

Cuando hablo de memoria como resignificación, hablo de modificaciones (tanto externas como internas), hablo de posibilidades, hablo de nuevos horizontes por descubrir y conquistar. Cuando tenemos la valentía de utilizar la memoria para dar una nueva mirada a un mismo suceso, lo que nos depara el destino es maravilloso. Lo que antes era triste, ahora puede ser, al menos, un poco más alegre. Lo precedente que era hostil, puede convertirse en un abanico de posibilidades por descubrir. Lo que previamente podía deparar sólo amarguras, ahora puede pintarnos un poco más rosado nuestro día a día.

No tengamos miedo al cambio, a lo nuevo, a lo distinto, no huyamos ante la soledad, no desesperemos frente a una imposibilidad, porque cuando podemos resignificar lo previo, estamos construyendo un nuevo paraíso. Quizás no perfecto, tal vez no demasiado pintoresco, pero sí un paraíso creado por cada uno de nosotros con huellas del pasado e instantes del presente. Tal paraíso seguro tenga vetas, pero nunca lo suficientemente grandes como para caer y nunca volver a levantarse. Algunas veces saldrá el sol, otras invadirá el dolor. Y así es la vida misma, con sus matices pero digna de ser vivida.