SEMBRAR EL BIEN

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Una fábula de Esopo dice que un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió a la foresta. Y, mientras caminaba sin rumbo, llegó donde yacía un león, que gimiendo le suplicó: “Por favor, te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y dolorido”.

Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la púa, lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva, donde compartiría con él el alimento.

Pero, días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores. Llevado Androcles al emperador, fue condenado al redondel a luchar contra los leones. Una vez en la arena, fue suelto un león, que empezó a rugir y a buscar aa su víctima. Pero, a medida que se le acercaba, reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él, pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, quiso conocer la historia y finalmente perdonó al esclavo y liberó en la floresta león.

Los buenos actos siempre son recompensados.

Nuestra vida está regida por la ley de la siembra y la cosecha. Mucho de lo que hemos recogido hasta el momento ha sido el producto de lo que sembramos. La siembra tiene que hacerla cada uno desde su propio lugar, sin esperar que surjan actitudes mágicas, ni exigiendo a otros que hagan ciertas cosas por uno cuando uno nunca hizo nada por ellos.

La persona madura es la que sabe darse, más que esperar que le estén dando siempre, como el niño que todo lo espera de sus padres. A medida que pasa el tiempo, se va creciendo cuando se aprende a compartir. Se trata de sembrar las mejores semillas de la vida para recoger los mejores frutos.

La semilla principal que hay que sembrar es la de ser virtuoso haciendo el bien a los demás en todas partes.

Siempre recuerdo a mi padre Rogelio, que en una oportunidad dirigió la palabra a un grupo de gente que me acompañaba para celebrar los 15 años de ordenación sacerdotal en Casilda, y dijo: “Le deseo a Jorge que en todas partes siga haciendo el bien a los demás”. Eso me quedó muy grabado, y trato de hacerlo en medio de las limitaciones de mi vida.

Es un desafío constante, como dice el Salmo: “El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas”.

 

 

Por JORGE NARDI