El español hablado en nuestro país cuenta con una gran variedad de palabras cuya procedencia está fuertemente arraigada con las culturas con las que convivió. Con respecto a este aporte de vocablos, se pueden citar: términos indígenas (canoa, cacique, maíz, batata, tabaco, tiburón, caimán, caníbal, loro, cacao, chocolate, tomate, papa, pampa, cóndor y tucán); voces traídas por los esclavos negros africanos (banana, quilombo y mucamo); palabras del quichua o quechua (yapa, ñaupa, tambo, quincho, ojota, vincha, choclo, charque, locro, achuras, mate, puchero, china, guacho, chucho, guarango, opa y payada; de los araucanos: malón, boldo, huinca, laucha y colihue); vocabulario de los guaraníes (maraca, jaguar, ñandú, piraña, yacaré, carancho, chimango, ombú y tapera). Algunos términos fueron aportados por los conquistadores españoles, pero dejaron de usarse en la Península Ibérica (pollera, vereda, escribano, intendente). Los argentinos continuamente creamos palabras en lunfardo y deformamos la lengua castellana rioplatense. Ejemplos de argentinismos son: birome, almacén, bolillero, hornalla, petiso, egreso, voseo, che, maestro, jefe (los últimos tres, usados como apelativos), pucha, aguante, tilingo, chimichurri, soda, bibliorato, lapicera, cinta aisladora, lavandina, calefón, edilicio, revisación, largavista, paragolpes, elastizado, concesionaria, chamuyo, boliche, sarpado (que algunos escriben con z por error; el termino proviene de “pasarse” construido al revés, por influencia del lunfardo), pelopincho, chabón, pilotearla/remarla, bajonear, birra, chatita (calzado), despiole, trucho, zafar, botellero, bocadito, enduido, empilchado, evasor, galletita, baulera, autopartista, meter la mula, mameluco, brecha, obrajero, bondiola, nalga, comité y ahorrista, entre otros.
Con respecto a esto último, la Real Academia Española incluyó muchos desde la edición de 1984 (más de 1.800). En 2001, ya había 2.342 argentinismos incorporados. En la actualidad, hay alrededor de 9.000. Muchas de estas palabras caen en desuso y se agregan otras, especialmente aportadas por el lenguaje tecnológico y por los jóvenes.
Para entrar en el diccionario una palabra deben cumplir ciertas condiciones: tener un uso aceptado como general y un área de distribución geográfica importante. El Diccionario de la Real Academia incorpora acepciones nuevas fijando la norma del español general.
Conocer la lengua que hablamos es parte de nuestra identidad cultural y es un derecho de los usuarios. Desconocerla, es negarla, descalificarla y denigrarla.
Por MARCELA RUIZ.