EDITORIAL

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Todo lo que tiene que ver con esta recordación la llevamos en nuestra memoria, en nuestra esencia, en nuestras propias y más íntimas sensaciones. Ya sea por recordar lo que en nuestros tiempos de estudiantes nos enseñaron en la escuela, ya por haber releído los episodios de la vida de Belgrano, ya por haber asistido a distintas recordaciones a través del tiempo en que el hecho fue referido de mil maneras diferentes.

De todos modos, muchas veces, y más allá de lo meramente evocativo o cronológico, es justamente en los grandes hechos de nuestra Historia donde encontramos muchas respuestas a otras tantas preguntas que nos venimos haciendo como pueblo de un país, y que por momentos no parece ser podamos dar con todas las respuestas.

Y como la Historia es una interrelación de hechos y episodios, la creación de la Bandera tiene su origen en el mismo origen de la Patria, en aquella gloriosa semana de Mayo de 1810, cuando un grupo de hombres, interpretando el clamor popular, y siendo receptivos de muchas circunstancias locales o foráneas, se percataron que el viejo sueño de comenzar a convertirnos en libres podía comenzar a plasmarse. Y así fue, teniendo su plena consolidación 6 años después, cuando en el Julio tucumano de 1816 llegamos a ser plenamente independientes.

Volviendo a 1810, fue en ese momento cuando se pudo conformar el Primer Gobierno Patrio. No era fácil la tarea. Distintos elementos de muy compleja naturaleza coadyuvaban por ese tiempo, atentando contra el anhelo de quienes en ese tiempo querían cambiar una situación que consideraban decadente y agotada.

Y más aún: entre quienes coincidían en el fondo de la cuestión, en esa indispensable necesidad de comenzar a poner coto a una situación que ya no merecían, existieron diferencias de pensamiento, de contenido, de método y hasta de ideologías. Todos amaban a la Patria por igual, pero poseían opiniones y hasta personalidades muy distintas. Obviamente, Moreno y Saavedra no eran iguales. Sin embargo, ambos confluyeron, junto a los demás, en la gran empresa que tenían en sus manos.

Aquellos hechos concretaron el prodigio de unir voluntades y de acercar posiciones, con coraje y con decisión, dando nacimiento a un prodigio aún mayor: de esa unión en las diferencias, de ese punto de encuentro, surgió el momento simbólico del nacimiento nuestra Nación.

Quizás sea en las palabras justamente de Manuel Belgrano, escritas un par de años después, que encontremos el mensaje, ése mismo mensaje parecemos empeñados en no escuchar ni atender: “Solo exijo de ustedes, unión, constancia, valor y el ejercicio de las virtudes. Alejad de vosotros toda odiosidad, todo espíritu de venganza, y no penséis en intereses particulares, sino en salvar la amada patria para restituirla al goce de la tranquilidad que necesita para constituirse”.

Si el mensaje por fin nos llega, será el mejor homenaje a esa enseña que nos identifica, a su creador, y a ese sentido de pertenencia que nos hace sentirla como la más hermosa de todas las banderas.