EDITORIAL

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La dirigencia política en general ha encontrado desde hace un tiempo una hábil gambeta a la hora de quitarse el sayo de algunos problemas o inconvenientes: en vez de asumir su existencia, tal como en su responsabilidad les corresponde, toman la elíptica figura de las “sensaciones” o de los operativos de prensa.

Dos temas entre otros estuvieron presentes en los últimos días a nivel local: uno de ellos, la inseguridad, de la que hemos dado cuenta en las notas de tapa de nuestro medio las últimas semanas. Una problemática tan concreta como concretos fueron y son los episodios ocurridos. Se reitera: ocurridos, no inventados.

El otro, el eterno reclamo de los vecinos del Barrio Nueva Roma, tratado en la nota de tapa de hoy. Las calles que se anegan en apenas unos pocos milímetros de lluvias. Y que sin dejar de reconocer, valorar y celebrar el plan de obras realizado por el Municipio en ese sector en el último año, es evidente y también concreto que muchos habitantes siguen padeciendo la situación. También se reitera: es evidente y concreto. No inventado.

Sin embargo, parece haber una estrategia para endilgar a los medios de comunicación (especialmente al medio donde el autor de este Editorial trabaja) una especie de aviesa intencionalidad a la hora de tratar esas problemáticas. Y se va más allá aún: se pretende instalar que ni la inseguridad es tanta ni el barro es demasiado. Que todo se trata de una campaña llevada a cabo para desestabilizar al actual gobierno municipal, y más aún, en vísperas de elecciones, beneficiar a una amplia gama de figuras opositoras.

Esa estrategia –que queremos descartar nazca en quienes encarnan la gestión municipal, queriendo creer se trata nace de algunos más papistas que el Papa- es llevada adelante a través de las redes sociales, de corrillos y versiones, y hasta de comunicadores sociales que desde sus medios o aún en privado sostienen la teoría. En todos los casos, sabrá cada cuál por qué lo hacen, o, quizás, a cambio de qué.

La estrategia en cuestión es tan perversa como inútil.

Lo primero, porque pretende desconocer los reales problemas de la gente y trasladar la carga de la culpa hacia un medio de comunicación. Lo segundo, porque a ojos vista la realidad es la que es, y los hechos delictivos existen y el barro cuando llueve está, y los testimonios de los vecinos en un sentido y en otro son tan reales como los mismos problemas que los llevan a denunciar y reclamar soluciones.

La frase “no maten al mensajero” es demasiado conocida. Como hemos manifestado más de una vez, quienes estamos en los medios quisiéramos contar sólo buenas noticias. Eso no es posible. Y si las malas noticias o los problemas de la gente no se expresan, por un lado no se cumpliría con la real misión que un medio tiene, que es justamente ése, estar del lado de la gente. Y por otro, es una obviedad decir que no por no contar los hechos, éstos no dejan de existir.

Pedimos se considere todo lo anterior por parte de quienes están encargados de lanzar tales versiones que seguramente pretenden quitar el centro de atención de algunas dificultades verdaderas y ciertas. Que no pretendan escribamos “el diario de Yrigoyen”, emblemático símbolo de esa obsecuencia que no sólo no ayuda sino que perjudique a los gobernantes. Que dejen de ver fantasmas, porque ese miedo los paraliza a la hora de resolver lo que deben resolver.

Y que recuerden la letra de una canción de un legendario cantor argentino: “…de amor y de paisaje abundan los cantores…yo traigo el canto herido de la gente… no es culpa mía si no traigo flores…”