El término proviene del inglés «groom» que significa acicalar o cepillar en caso de animales. Sin embargo, según la definición de Wikipedia (la Real Academia Española todavía no ha incluido el término en su diccionario), el «grooming» es «un nuevo tipo de problema relativo a la seguridad de los menores en Internet, consistente en acciones deliberadas por parte de un adulto de cara a establecer lazos de amistad con un niño o niña en Internet, con el objetivo de obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas del menor o incluso como preparación para un encuentro sexual».
Se trata de un problema cada vez más acuciante y que ya ha puesto en guardia tanto a la policía como a distintas asociaciones. Las principales dificultades para detenerlo y terminar con él son el anonimato de los delincuentes, la inocencia de los menores y la fácil accesibilidad de Internet. En el «grooming» «el acosador es un adulto y existe una intención sexual. En realidad, no se trata de nuevos delitos, sino de antiguas formas de abuso de menores que se han readaptado a los nuevos tiempos. De hecho, y según explican profesionales en la materia, a pesar de que estas situaciones comienzan en la red, con frecuencia suelen trascender al mundo físico, derivando en delitos tales como el tráfico de pornografía infantil o el abuso físico a menores.
Son en definitiva conductas o comportamientos operados online por personas mayores en pos de seducir a niños, adolescentes o menores a través de una identidad adulterada. El plan es causar empatía, fingir simpatía, ejecutar buenos modos, brindar contención emocional. La finalidad es pactar un encuentro y materializar un abuso sexual. El «grooming» es la práctica de este cometido.
En el Código Penal Argentino, el delito está tipificado desde el año 2013, a través de la Ley 26.904 que incorporó el Artículo 131: “Será penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”.
Internet ofrece un hábitat fértil para el desarrollo de este delito. Los «groomers» -así se denominan los adultos que ejecutan estas prácticas aberrantes-, usufructúan las redes sociales para entrar en contacto con sus potenciales víctimas. Mediante perfiles apócrifos o falsificados ganan la confianza de niños o niñas que experimentan sus primeros contactos con las plataformas digitales de información y vínculo social. Por Facebook, por Twitter, por Instagram, por páginas de chats, empiezan a tejer una relación ficticia que paulatinamente va adquiriendo mayor intensidad. Los «groomers» suelen tener varios perfiles en diversas redes sociales. El propósito final es extrapolar esa relación virtual a un encuentro real para concretar un acto de acoso moral, una violación, un asesinato.
En 2010 se difundió el primer caso con repercusión en Argentina. El abusador de 26 años se hizo pasar por un estudiante de cocina profesional para seducir a una niña de 14 años mediante Facebook. El hombre fue detenido en el barrio porteño de Floresta luego de haber sido acusado de violación. En abril de 2016, una madre usó de señuelo a su hija para atrapar a un policía bonaerense de 28 años que se hacía pasar por un niño de 13 que le enviaba mensajes a la menor con contenido sexual por celular y por Facebook. El delito no es exclusivo del país: también ha sido reconocido en Estados Unidos, Australia, Alemania, Inglaterra, entre otros.
Para prevenir el “grooming, diversas organizaciones sociales –como www.groomingargentina.org– proponen reforzar medidas de prevención y concientización, y recomiendan a los adultos estar cerca de los niños para no dejarlos sufrir estos tipos de abusos.
Fomentar el diálogo y la confianza entre padres e hijos es una de las claves principales para evitar situaciones indeseadas. Hacer hincapié en la importancia de evitar que los chicos se identifiquen con datos que revelen su edad o que hagan referencia a otros aspectos personales. Los riesgos que supone Internet deben ser temas de conversación entre padres e hijos. Decirles a los chicos que no creen una cuenta de correo, no se bajen una aplicación o juego ni se incorporen a una red social antes de consultarlo con papá o mamá.
Aprender a usar las nuevas tecnologías es necesario para poder acompañar y, de ser necesario, ayudar a los hijos y a su vez participar en los juegos que les ofrece la web. Además de supervisar las páginas en las que ingresan los chicos y de guiarlos mientras utilizan los buscadores. En el caso de los juegos en línea se recomienda leer con atención el nivel de clasificación para saber a qué edad apunta, las cláusulas de privacidad, las condiciones de uso y los códigos de conducta de cada sitio.
Internet es una ventana al mundo. Y sabemos que el mundo está plagado de riesgos. Estar atentos como adultos para evitar esos peligros es una responsabilidad que como adultos nos corresponde.
(Fuentes: Infobae, Muy Interesante, Casildaplus, Grooming Argentina)
Por GUILLERMO MONCLÚS