LAS CAUTIVAS

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En recuerdo al Decreto Nº 653 emitido por el intendente municipal, don Aurelio Lóticci, en septiembre 30 de 1968. Encomendando el historiador Héctor M. Lagos, ahondar su labor investigatoria, relativa al cautiverio de las hermanas Gallegos.

En el proceso de la conquista y choque cultural que produjo el mestizaje, la función de la mujer indígena ha sido de vital importancia ya que a través de la transmisión de la lengua originaria fue quien preservó la cultura, y engendró un nuevo tipo humano. Pero es necesario saber cuánta violencia hubo en aquel sometimiento para comprender el conflicto de esos hijos, los mancebos de la tierra, los orígenes del gaucho.

Esos hijos se criaron con un sentimiento de rechazo, tanto hacia los blancos como a los nativos. La respuesta del indio a la violencia ejercida sobre él, llegó con posterioridad, buscando venganza y de concretó en los arrasadores malones, llevándose a la mujer del español, (o tal vez ya mestiza).

Algunas de las cautivas se integraron a la vida cotidiana en las tolderías adaptando el idioma y costumbre de los pueblos originarios. Otras rescatadas, años después, mostraban las huellas psíquicas producto de la violentación cultural a la que fueron sometidas.

Sin embargo sus relatos no fueron escuchados, de ellas no se han registrado reflexiones profundas, porque sus testimonios no encajaban con el proyecto de un país blanco, y es por eso que algunas cautivas que tuvieron la posibilidad de retornar a “La civilización” no quisieron volver, porque sabían que ya no tendrían lugar para ellas en su propia sociedad.

La familia trocal de los Gallegos, tiene su origen en aquellos mancebos de la tierra a los que por primera vez se los llamó argentinos. Que se rebelaron ante el reparto discriminatorio de tierras que efectúo el fundador Juan de Garay en la primera ciudad de Santa Fe, en la que se beneficiaba a los españoles. Pedro Gallegos integró el grupo revolucionario de los siete jefes.

Santiago Gallegos casado con doña Agustina Galloso provenía de esta legendaria familia, estuvo a cargo de la Posta de la Candelaria.

Para los años 1840/41, un malón que penetró hasta las puertas del Rosario, se lleva a dos de sus hijas Mercedes y Manuela, de 17 y 19 años respectivamente; a fines de 1871 se llevan a otras dos hijas: Francisca y Cruz de 40 y 42 años y en enero de 1872 en uno de los últimos malones que asoló nuestra zona se llevan a su quinta hija Silveria Gallegos de 38 años de edad.

Doña Agustina Galloso, ya fallecido su esposo, no cejaba en sus reclamos por conocer el paradero de sus hijas.

Escribe al Dr. Félix Frías, embajador en Chile, y a otras autoridades, ya que para el año 1872 hacía 30 años no tenía noticias de sus hijas Manuela y Mercedes. Pero poco antes de que le secuestren a las otras tres hijas, recibe noticias desde Chile donde le comunican por carta que Mercedes y Manuela están vivas, recidiendo en la zona de Coronel.

Ya para ese entonces doña Agustina, de edad avanzada inicia su última etapa de su calvario, vende su establecimiento de la Candelaria. Se instala en Rosario con la familia amiga de los Correa y comienza una enfervorizada campaña en las redacciones y periódicos, buscando más datos, escribiendo a los más altos funcionarios alimentando la esperanza de vida.

El Dr. Tejedor comunica al embajador Félix Frías que Manuela y Mercedes Gallegos, solicitan ser ayudadas por el gobierno argentino para regresar a su país de origen.

Las dos cautivas tenían esposo e hijos.

Pero sintiéndose ligadas al medio donde residen por fuertes lazos afectivos, y que Manuela teme cruzar el estrecho, solamente Mercedes está dispuesta a afrontar el viaje marítimo. Efectivamente para febrero de 1874 la señora Mercedes y su familia se embarcaron, rumbo a Buenos Aires, a pesar de muchos problemas por las epidemias de fiebre amarilla y cólera. Esta va a ser la única de sus cinco hijas, que doña Agustina podrá ver antes de fallecer en Rosario.

La última de las hijas cautivadas Silveria Gallegos, en julio de 1887 se presenta en un puesto de la estancia de don Juan Caronti en Bahía Blanca a quien se le da a conocer y manifiesta que, viene de Chile.

Esto se debía porque Calfucura el “Napoleón de las Pampas” convenía con los caciques chilenos para que lo sostuvieran con su inmenso poder, prometiéndoles franquearles a cambio los caminos de las campañas del este, ricos en ganados y mujeres cristianas.

Por EVARISTO AGUIRRE