Una paciente me hizo un pedido especial: esta joven madre estaba muy preocupada porque su hijo Pedro, un niño de 5 años, que habitualmente iba solo al baño, comenzó a pedir ser acompañado porque le aterrorizaba hacerlo solo. Me contó que con su esposo y su hijo, cuando estaban de vacaciones en una localidad de las sierras de Córdoba; en un parque de diversiones ingresaron al túnel de las sorpresas. Allí, mientras avanzaban, iban pasando por diferentes situaciones; de pronto, el niño hizo un episodio de pánico. Tuvieron que salir rápidamente del túnel. A partir de allí hubo que acompañarlo al baño. Accedo al pedido de la preocupada mamá. El tratamiento transcurrió en tres encuentros. En las dos primeras sesiones, el niño estuvo acompañado por la madre; en la tercera y última sesión, acompañado por el padre. Me sorprendió la desenvoltura de Pedro para procesar como si fuera un juego cada una de las prácticas que le propuse. Siempre expliqué detalladamente a la mamá y al papá el método que aplicaría para ayudar al niño; a Pedro también le expliqué el paso a paso del procesamiento para que se sintiera sobre una base segura. Trabajé con su aprobación. En los estados traumáticos, el cerebro humano parece oponerse a la lógica: diferentes vivencias de un mismo episodio crítico se archivan de modo separado en el cerebro; son funciones que le permiten al ser humano continuar su vida sin quedar paralizado y detenido en el momento del trauma; la vida debe continuar, el “mientras tanto” asegura esa continuidad funcionando como paraguas de protección aunque los efectos del shock traumático hayan dejado su huella y produce bloqueos emocionales. Elegí hacer foco del procesamiento en el ingreso al baño. Le pregunté qué había allí que lo aterrorizaba; me dijo “un zombie”. Le propuse que imaginara que él tenía 18 años, que poseía músculos poderosos, que entraba al baño de la mano de Pedro de 5 años. Le dije, si quería llevar algo más para entrar al baño, me dijo “Un arma con un rayo exterminador”. Trabajé con el método TIC y lo complementé con EMDR, haciendo estimulación alternada mediante suaves palmadas en sus manos, mientras Pedro iba activando imágenes de ingreso al baño. Las manos ocupan un lugar fundamental en las funciones de la corteza cerebral, la región más avanzada de nuestro sistema nervioso central. La estimulación manual pone en acción lo que se denomina: comunicación facilitada. Los descubrimientos del neurocirujano Wilder Penfield pusieron luz sobre la importancia radical de los receptores táctiles en la evolución de la especie humana; esto modificó definitivamente la perspectiva de algunos métodos psicoterapéuticos. En la tercera y última sesión su padre me contó que nuevamente iba solo al baño. Pedro me dijo: “destruí al zombie”. El tercer y último encuentro fue de refuerzo positivo. Siempre estoy atento en indicar al paciente sobre ciertas vivencias que habitualmente deja de lado y que resultan ser información relevante. Ejemplo: una mujer que pensaba a los hombres como autoritarios y controladores tenía la tendencia a imaginar que en cada hombre había esos comportamientos, dejando de lado las facetas de ternura y compañerismo que el hombre puede poseer. Otro ejemplo: un varón me habló sobre las responsabilidades que significaban hacerse adulto, el gran peso que según él acarreaban, pero no tenía en cuenta el lado positivo: que podía tomar sus propias decisiones, tener más libertad para hacer lo que él siempre quiera y del modo que él quiera. Cuando lo puse de frente a esa perspectiva, a medida que esta idea fue meditada, paulatinamente, experimentó claridad de pensamiento; le dio una nueva y estimulante perspectiva. En Neurociencia se ha investigado la capacidad limitada de la memoria de corto plazo; observo con mucha frecuencia que el paciente consigue ponerse en contacto con algún pensamiento crucial, pero no lo retiene debido a la presencia de otros pensamientos y recuerdos que lo angustian. Mi tarea es volver a centrar la atención en ciertos pensamientos relevantes, que como dije, por la perturbación emocional el consultante no retiene. Para mí, un método procedimental será eficaz, si se produce dentro de un microclima donde invariablemente esté presente el vínculo de persona a persona. Estoy convencido que la relación entre el psicólogo y el consultante tiene que ser un encuentro auténtico entre dos seres humanos. Mi experiencia me indica que no hay límites para perfeccionar mi labor profesional, y es en este proceso en el que crezco como psicoterapeuta y también como un ser que pertenece a la raza humana. Tengo una inagotable confianza en los recursos de las personas; este criterio me guía hacia las zonas más constructivas de la mente del consultante. ¿Hasta dónde podemos llegar cuando vamos más allá de nuestros miedos y nuestras barreras; obstáculos que nosotros mismos hemos subconcientemente construidos? Nunca pierdo mi brújula: trato con la vida, con la búsqueda del ser más auténtico del paciente y de su propia esencia espiritual a través de la experiencia del sufrimiento, los miedos y la soledad, para concluir en una perspectiva constructiva, positiva donde la esperanza y la confianza en el futuro tienen un lugar de privilegio.
Por RAÚL LEANI