«OBJETOS PERDIDOS», por MARÍA FERNANDA TRÉBOL

0
202

LOS REYES DEL AISLAMIENTO

Aquellos que viven con mascotas saben que la cuarentena adquiere otros ribetes en su compañía. Los invito a repasar una mañana común de esta servidora, habitante de departamento amplio, familiar, con patiecito en microcentro rosarino, que aceptó hace unos años el desafío de adoptar a Oliver, cruza de salchicha y tronco de quebracho colorado, y luego a la Micha, que un día apareció en la terraza y primero fue Micho por miopía veterinaria.

6:00 AM: sonidos de rasguido en la puerta- ventana de la habitación. La gata quiere salir al balcón porque escucha arrullos de palomas. Es ignorada. Intenta salir igual a través de un par de celosías que le faltan a una de las persianas. Resultado: sigue rasgando porque no logró hacerlo y ahora faltan cuatro maderitas.

6: 15 AM: voy al baño. La gata me sigue y enfila para la cocina. Cumplo con mi necesidad y la acompaño. Quiere que la vea comer. La veo comer. Vuelvo a la cama.

6:35 AM: súbita corrida del felino y posterior ascenso a mi cama. Abro los ojos. Viene hacia mi cara, me olfatea y se sube a la mesa de luz. No se qué quiere. Estornudo por efecto del roce de sus bigotes. Vuelvo a ir al baño. En el trayecto, sin ningún tipo de razón, se me viene a la cabeza la melodía de Mambrú. ¿Se acuerdan de Mambrú? No hablo del grupete pop surgido de un reality show en 2002, sino de aquel pobre diablo que se iba a la guerra, chiribín, chiribín, chin, chin. Yo no me acordaba de su triste destino, pero ahora el infeliz marcha sobre el ritmo de mi desvelo. Vuelvo del baño. Me tapo con la sábana.

7:00 AM:  “Mambrú está en cuarentena, chiribín, chiribín, chin, chin, Mambrú está en cuarentena y no se cuándo saldrá, a ja já, a ja já. No se cuándo saldrá”. La luz que antes entraba por las dos celosías faltantes se ha multiplicado. Es como el contagio del coronavirus: crece en progresión geométrica y me pega en la cara. Me doy vuelta.

7:15: Oigo un gemido muy cercano. Abro los ojos y un par de ojos largos me mira suplicante, mientras una cola marrón parece levantar vuelo. Tiene lugar el siguiente diálogo:

  • MmmmjjjejeréOli…
  • Mjui (gemido)
  • Peráyavoy
  • Mjuiiiiii (gemido más largo) + sonido de uñas en el piso + cola agarrando vuelo.

En simultáneo, vuelven los rasguidos en la zona del balcón. Mi marido se levanta y le abre a la gata, que se frota entre sus piernas. Prrrrrmiauuuuuuu. Me levanto, voy al baño y luego camino unos cuantos metros para abrirle a Oliver la puerta del patio. Vuelvo a la cama….Un ratito más, a ver….estamos en cuarentena. Me tapo.

7:32: Nuevos rasguidos. La gata quiere entrar. La luz de la ventana ya es un haz asesino de 20 x 20 cm. Me levanto. La gata me acompaña maullando, feliz. De nuevo me incita a seguirla para que la vea comer. Cuando llego a la cocina, Oliver salta en el patio y ladra para que lo deje entrar. Sus saltos alcanzan, sin exagerar, el metro veinte de altura. Cuando se cansa, lame el vidrio y lanza nueva serie de gemidos, miradas y aleteo de cola.

Busco un trapo de piso y lo coloco delante de la puerta. Nuevo diálogo:

  • Despacitooooo
  • Mmmmjuiii
  • Dejame que te limpie las patas
  • Grrrr
  • Nooooo
  • Grrrrrrrrrrrrrrrrrr

Finalmente entra y corre a subirse a la cama de alguno de mis hijos.

Mientras pongo a calentar la leche para el desayuno, en mi cabeza sigue Mambrú: “Será para las Pascuas o para Navidad. Será para las Pascuas o para Navidad, a ja já, a ja já,  ooooo para Navidad.”

Más vale que sea para las Pascuas.

 

Por MARÍA FERNANDA TRÉBOL – Licenciada en Comunicación Social