EDITORIAL

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Los trámites y la gente deambulaban por el amplio local del Banco Provincia. Una mañana más, como tantas. De pronto, el hombre, apasionado por el fútbol de un modo meridiano, lanzó la frase. Casi al descuido. Como pensando, o deseando, en voz alta. “Un día, yo voy a dirigir la Selección Nacional”.

Sus compañeros del Banco lo escucharon sin oírlo. Estaban acostumbrados a que en medio de todas las charlas, y al principio, y al final, el Zurdo lanzara una sentencia futbolera. Lo miraron de reojo a él, se miraron de reojo entre ellos, alguien musitó algo por lo bajo, alguien levantó las cejas, y enseguida las cajas del Banco Provincia siguieron rutinarias su rutina.

El tiempo pasó. A veces, el tiempo, como la vida, suelen ensayar alguna gambeta como las del fútbol, de esas dónde parece la jugada va para un lado y de pronto, repentinamente, casi como un golpe de mágico ilusionismo, termina yendo para otro.

El Zurdo se encaramó en la gambeta futbolera. Y fue el fútbol, ése que lo había tenido como protagonista aquí en el pago chico, lo que terminó de convertirse para él en lo que siempre había sido, su vida misma. Aunque en medio hubiese habido una caja de un Banco, como una estéril barrera armada para los tiros libres con destino de gol.

La vida siguió, gambeta pura. Los equipos de la Liga, aquella foto arriba del árbol que su loca obsesión convirtió en banco –ya no de los que tienen cajas y filas de clientes sino de los que se transforman en barricada sublime a la hora de dar indicaciones en una cancha-, y Perú, y Ecuador, y Chile…

Su nombre se fue repitiendo cada vez con más respeto, con más valoración. Cuando Sevilla fue el destino, ya casi ni siquiera fue sorpresa. Como cuando el formidable Barcelona pareció ser la próxima escala. O cuando su nombre se definió para ocupar el cargo máximo que un entrenador puede aspirar en la Argentina. Dirigir la Selección. Sí, tal como había anunciado a sus compañeros aquella mañana premonitoria.

Y finalmente ocurrió. El Zurdo, sí, el Zurdo, el de Alumni, el de Casilda, ahí estaba. Enfundado en un buzo con la sigla de la AFA sobre el corazón. Rodeado de un enjambre de periodistas que hasta no hace mucho ni siquiera sabían de él y que ahora, en el día señalado de su presentación oficial, se abalanzaban con mil preguntas hacia el elegido. Ahí estaba, respondiendo cada interrogante con calma reflexión. Como sabiendo -y sí, lo sabía- que tarde o temprano este día iba a llegar.

En los días previos, los canales de la tele llegaron a Casilda a reflejar el “pueblo” del flamante técnico del equipo de todos. No ahorraron comentarios, como no podía ser de otra manera. Los grandes medios tienen la costumbre de caer en reiterados lugares comunes, no siempre fieles a lo que intentan mostrar de los lugares que visitan. De todos modos, casi que no importa demasiado. Nos mostraron al país como el lugar natal del hombre al que ellos recién ahora están descubriendo. Sí, es de acá. Y así fue reflejado en las distintas crónicas, donde no faltaron cantitos de hinchada ni el canto que Silvio compusiera en su homenaje.

Por estos días, Casilda tiene esa sensación difícil de trasladar en palabras, mezcla de orgullo y alegría. El deporte siempre nos ha representado de la mejor manera a través de muchos de los nuestros. Pero sin perjuicio de todo ello, esta vez es diferente, con un plus adicional de poder sacar pecho más que nunca: justamente uno de los nuestros ha sido designado oficialmente técnico de la Selección Argentina de Fútbol.

La vida tiene esas gambetas. Por eso quizás sea tan fascinante. Porque a veces, a la vuelta de la esquina, un chasquido prodigioso logra hacer natural lo extraordinario.

No hay sueño que no sea posible. Más si al deseo se le agrega el esfuerzo, la constancia y el trabajo. Seguir siempre adelante. No bajar los brazos. Siempre seguir.

No hay sueño que no sea posible. Como, por ejemplo, que el flamante técnico de Argentina sea el mismo que una mañana de Banco haya soltado al aire, para quien quisiera oír que oiga, “un día… un día yo… voy a dirigir la Selección Nacional…”