Existen frases o palabras que fueron muy usadas en otra época y que en la actualidad resultan una antigüedad: Qué plato; Brutal; No seas chanta ; Regio; Qué macana; Macanudo; Me caigo y me levanto; De mil amores; A rolete; Un kilo y dos pancitos; Qué falluto; No hagas tanto espamento; En un periquete; Ni la más pálida idea; Haceme la gauchada; Es una picardía; Por si las moscas; Se armó la gorda; Anda de capa caída; Chocolate por la noticia; Que te garúe finito; No te hagas mala sangre; La edad del pavo; La verdad de la milanesa; ¡Agarrate, Catalina!; Me cacho en diez; No tiene gollete; Le arrimó el bochín; Te doy un sopapo; Me enerva; Le arrastra el ala, Qué paquetería; Estás pachucho; Me tenés patilludo; Qué cara está la cebolla; Ah, la perinola ; Minga; ¿Me estás tomando para la chacota?; Me estás cachando; Ustedes son mandados a hacer; Mal rayo te parta; Que te pan con queso; Qué lo tiró de las patas; Te hacés el chancho rengo; Te voy a dar un revés; Agarro la correa, eh; Mato mil; Me caigo y me levanto; La gran siete; Macanudo; No te hagas el sota; El horno no está para bollos; Me sacan canas verdes; Me estás sacando de las casillas; Sarna con gusto no pica; ¡Sos un papafrita!; Chiva, chiva; Fetén, fetén; Ajo y agua: a joderse y aguantarse; Estoy con la regla; Te voy a moler a palos; A lo hecho, pecho; Chau, picho; Al que quiere celeste que le cueste; Quedó como un duque; La gran siete; Marca Pistola; No rompas los quinotos; No hay tutía; Viva la pepa; Andá a llorarle a Cadorna o Te vas a meter en camisa de once varas.
Ha habido en nuestro idioma palabras de vida efímera, ya olvidadas, como: abeitar (engañar); atibar (rellenar con zafras, tierra o escombros las excavaciones de una mina que no conviene dejar abierta; ha derivado en atiborrar, compuesta de atibar y borra); ceñar (derivado de ceño; cliéntulo-la (diminutivo de cliente); columela (columna pequeña); coluna (sinónimo de columna); cordojo (dolor de corazón, sigue apareciendo en el DRAE con el significado de congoja, aflicción grande); deliquio (desmayo, desfallecimiento; éxtasis, arrobamiento); desantañarse (quitarse los años disimulándolos); deshambrido (muy hambriento); esplín (adaptación gráfica de la voz inglesa Spleen –bazo, hipocondría-; entró al español con mucha fuerza a principio del siglo XIX con el significado de melancolía, tedio de la vida, al considerarse entonces el bazo como el centro causante de la melancolía); fallir (faltar, engañar, abandonar, pecar, errar; pero en el primer diccionario académico sólo se recoge el antiguo participio de este verbo y hoy adjetivo fallido); fincar (verbo muy antiguo con dos significados: hincar y quedar; y otro vigente: adquirir fincas; nadie en la actualidad emplea este arcaísmo jurídico, ni siquiera con la acepción supuestamente en vigor; todo lo contrario ocurre con su derivado finca); flagrar (arder o resplandecer como fuego o llama; sí se emplean sus derivados: flagrante -locución preferida actualmente por la Academia frente a la todavía más usada in fraganti-, conflagrar, conflagración, deflagrar, deflagración); fruir (gozar; sí se usa fruición); hinojo (rodilla;
sobrevive en la locución adverbial de hinojos -de rodillas-); mamparar (proteger, amparar; continúa en plena vigencia su derivado mampara); membrar (sinónimo de recordar; sí se usan sus derivados memoria, rememorar y, en lenguaje culto, remembranza); merculino (perteneciente o relativo al miércoles); nucir (sinónimo de dañar; continúan vigentes sus derivados nocivo, inocente e inocuo); paragonar y su derivado sinónimo parangonar (la primera n es propagación de la segunda; son verbos casi olvidados, incluso en la segunda y más técnica acepción de parangonar: justificar en una línea las letras, adornos, etc., de cuerpos desiguales. No ocurre lo mismo con el sustantivo derivado parangón); perecear y emperezar (verbos sinónimos y derivados de pereza. Sigue vigente desperezarse); y vero (verdadero; desapareció del español, pero no sus derivados: verdadero, verdad y la locución adverbial de veras).
Por MARCELA RUIZ.